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UNA MENTE QUE PIENSA DE ACUERDO CON LA TRADICIÓN NO PUEDE DESCUBRIR LO QUE ES NUEVO

   

   “… Se ha dicho que el conocimiento de uno mismo es la más alta sabiduría, pero pocos lo hemos logrado. No tenemos la paciencia, la intensidad o la pasión para averiguar lo que somos. Tenemos la energía, pero hemos transferido esa energía a otros, y por eso necesitamos que nos digan lo que somos. Vamos a averiguar esto observándonos nosotros mismos, porque tan pronto ocurra un cambio radical en lo que somos, traeremos la paz al mundo. Tenemos que vivir libremente, no para hacer lo que nos guste, sino para vivir felices, jubilosos. Un hombre que tiene el corazón lleno de júbilo no siente odio, ni violencia, ni acarreará la destrucción de otro. Ser libre significa que no hay condenación, en forma alguna, de lo que vemos en nosotros mismos. La mayoría de nosotros condenamos o interpretamos, o justificamos; nunca miraremos sin justificar o condenar. Por lo tanto, la primera cosa que tenemos que hacer, y probablemente es la última que tengamos que hacer, es observar sin condenar en forma alguna. Esto va a ser muy difícil porque toda nuestra cultura, nuestra tradición consiste en comparar, justificar o condenar lo que somos. Decimos «esto es correcto», «esto está equivocado», «esto es cierto», «esto es falso», «esto es bello», lo cual nos impide observar lo que realmente somos.

   … En esta batalla constante que llamamos vida tratamos de establecer un código de conducta de acuerdo con la sociedad en que hemos crecido, ya sea una sociedad comunista o una llamada sociedad libre. Aceptamos una norma de conducta, que es parte de nuestra tradición como hindúes, musulmanes, cristianos, sea lo que seamos. Recurrimos a alguien para que nos diga cual es la conducta correcta o equivocada, cual es el pensamiento recto o errado, y siguiendo este patrón, nuestra conducta y nuestro pensamiento se vuelven mecánicos, y nuestras respuestas, automáticas. Podemos observar esto muy fácilmente en nosotros mismos.

   … Sí que nos preguntamos, ¿puede la mente liberarse del condicionamiento social y cultural, de la comparación y de la medida, del condicionamiento del miedo y el placer, de la recompensa y el castigo? Todas nuestras estructuras morales y religiosas están basadas en todo esto, pero... ¿por qué seguimos condicionados? Vemos que las influencias externas nos condicionan y también las demandas internas voluntarias lo hacen; ahora bien, ¿por qué aceptamos el condicionamiento? ¿Por qué la mente en sí misma ha permitido condicionarse? ¿Cuál es el factor que hay detrás de todo esto? ¿Por qué yo, que he nacido en un determinado país y cultura, me llamo a mí mismo hindú y cargo con toda la superstición y la tradición que me ha impuesto mi familia y la sociedad, por qué acepto ese condicionamiento? ¿Qué se esconde detrás de esto? ¿Cuál es el factor que está constantemente exigiendo o permitiendo, cediendo o resistiendo este condicionamiento?

   … ¿Qué ocurre cuando nos damos cuenta, sin alternativa alguna, de este condicionamiento que hemos descubierto por nosotros mismos? No hay reacción. Es entonces cuando uno está aprendiendo acerca de este condicionamiento, aprendiendo por qué se origina. Dos mil años de propaganda nos han hecho creer en una forma particular de dogma religioso. Nos damos cuenta de cómo por siglos y siglos, por la tradición, por la repetición, por los diversos rituales y entretenimientos, la Iglesia ha condicionado nuestras mentes. Esta repetición ha tenido lugar día tras día, mes tras mes, desde la infancia, con el bautismo y todas esas cosas. Y otra variedad de lo mismo tiene lugar en países como la India, China, etc.

   … Los nuevos están tan muertos como los viejos porque sólo están repitiendo la tradición; repiten cómo sentarse, cómo meditar, cómo sostener la cabeza, cómo respirar. Finalmente, nosotros obedecemos lo que dice el gurú viejo o lo que dice el gurú joven. Que es exactamente lo que ocurre en el mundo católico y en el mundo protestante. Ellos niegan eso y, sin embargo, aceptan lo otro. A causa de que desean seguridad quieren que alguien les diga lo que deben hacer, lo que deben pensar, jamás cómo pensar.

   … Si ustedes ya tienen prejuicios en favor de algo y luego proceden a investigarlo, obviamente no puede haber investigación. Sólo reforzarán su punto de vista, su sesgo, sus prejuicios. Así, es muy importante que los maestros comiencen a descondicionarse a sí mismos, y también ayuden a los niños a liberarse del condicionamiento. Conociendo la influencia del condicionamiento de los padres, de la tradición, de la sociedad, el maestro debe estimular a los niños a no aceptar sin pensar, sino a investigar, a preguntar. Si se observan a sí mismos conforme crecen, verán cómo diversas influencias los moldean y no se les ayuda a pensar, sino que se les dice qué pensar. En última instancia, si no se rebelan contra este proceso, se convierten en máquinas automáticas, funcionan sin creatividad, sin mucho pensamiento original.

   … El pensamiento guía nuestras vidas, crea nuestros fines y controla nuestras acciones. Ahora bien, para el que habla, lo que llamamos pensamiento no tiene importancia alguna porque es la mera respuesta de la memoria, la voz de la tradición, de las experiencias acumuladas del pasado, y el pasado no puede hacer frente al siempre cambiante presente. Para afrontar el presente, la mente debe vaciarse por completo de pensamiento para que haya observación sin idea, y es esta observación sin idea la que da la inmensa energía para que la mutación pueda producirse. Es decir, la mente debe vaciarse de todas las cosas que la memoria ha puesto en ella.

  … Cuando somos interiormente dependientes, entonces la tradición tiene mayor dominio sobre nosotros, y una mente que piensa de acuerdo con la tradición no puede descubrir lo que es nuevo. Al adaptarnos nos convertimos en mediocres imitadores, en piezas de una cruel máquina social. Lo que importa es lo que nosotros pensamos, no lo que otros quieren que pensemos. Cuando nos adaptamos a la tradición, al poco tiempo nos volvemos meras copias de lo que deberíamos ser.”

   J. Krishnamurti

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