“… Supongamos que temo alguna cosa, le temo a la oscuridad, temo que mi mujer me abandone, le tengo miedo a la soledad, a esto o aquello. Estoy profundamente atemorizado. Vienen ustedes y me explican todo el movimiento del temor, el origen del temor, que es el tiempo. Experimenté un dolor, sufrí un accidente o me sucedió algo que ocasionó dolor y que se registró en el cerebro; y el recuerdo de un acontecimiento del pasado produce el pensamiento de que ello podría volver a ocurrir y, en consecuencia, hay temor. Así que ustedes me han explicado esto. Yo he escuchado muy atentamente la explicación que me dieron, veo la lógica, la cordura de esa explicación y no la rechazo; escucho y eso implica que el escuchar se vuelve un arte. No rechazo lo que ustedes me dicen, ni lo acepto, sino que observo. Y observo que lo que ustedes me dicen acerca del pensamiento y el tiempo es un hecho. No digo: “Debo detener el tiempo y el pensamiento”, sino que al haberme ustedes explicado eso, observo simplemente cómo el temor aparece, veo que es un movimiento del pensar, del tiempo. Sólo observo este movimiento y no me aparto de él, no escapo del temor, sino que vivo con él, lo miro, pongo toda mi energía en el mirar. Veo entonces que el temor comienza a disolverse porque no he hecho nada al respecto, simplemente he observado, le he concedido al temor mi atención total. Esa atención misma es como arrojar luz sobre el temor. Atención quiere decir que uno pone toda su energía en esa observación.
… Usted dice que tiene miedo de lo
desconocido, bien sea de lo desconocido de mañana o de lo realmente
desconocido. ¿Es que usted tiene miedo de algo que desconoce? ¿O es que tiene
miedo de algo que conoce y a lo cual está atado? ¿Tiene usted, por lo tanto,
miedo de abandonar lo conocido? ¿Ha comprendido, señor? Cuando tiene miedo de
la muerte, ¿tiene miedo de lo desconocido? ¿O tiene miedo de que terminen todas
las cosas que ha conocido, sus placeres, su familia, sus logros, su éxito, sus
muebles? ¿Cómo es posible tenerle miedo a algo que no se conoce? Y si le teme a
ello, el pensamiento desea trasladarlo al campo de lo conocido, de manera que
comienza a imaginar. Por lo tanto, su Dios es producto de su imaginación o de
temor. Señor, no especule pues, sobre lo desconocido. Comprenda lo conocido y
líbrese de lo conocido.
… El miedo a la muerte solo cesará cuando lo
desconocido entre en su corazón. La vida es lo desconocido, como la muerte es
lo desconocido y como la verdad es lo desconocido.
… Yo digo, levante la alfombra y mire. Está
ahí. Eso es lo que planteo. Está ahí y se halla despierto. De modo que no
necesita un reto que lo despierte. Todo el tiempo tengo miedo de no ser, de
morir, de no triunfar. Ese es el miedo básico de nuestra vida, está ahí, en
nuestra sangre, siempre vigilando, montando guardia, protegiéndose. Pero está
sumamente despierto. No duerme jamás, ni siquiera por un momento. Así que no se
necesita un reto. Lo que usted haga con respecto al miedo y el modo como lo
aborde, eso viene después.
… Sí. Es decir, reconocer que uno es el
pasado, el presente y el futuro; reconocer que uno es el hacedor del tiempo y que
es un esclavo del tiempo, siendo el tiempo, el pasado. Es ver la gran
complejidad de todo eso y permanecer con esa complejidad sin tratar de
evitarla, de escapar de ella o de actuar sobre ella. Sólo permanecer con el
hecho, el hecho de que uno es un esclavo del tiempo. El tiempo es una parte del
miedo. Vea, yo tengo miedo del futuro, tengo miedo del pasado, no tengo miedo
del presente. Me atemoriza algo que podría ocurrir en el futuro o algo que ha
ocurrido en el pasado. En el segundo mismo que es el presente, no hay miedo en
absoluto.
… Pero vivir con algo vivo como los celos o
la envidia, significa que nunca puedo aceptarlo, nunca podré acostumbrarme a
ello, debo cuidarlo como cuidaría de un árbol recién plantado. Debo protegerlo
del Sol, de la tormenta. Del mismo modo, tengo que convivir con esta ansiedad y
envidia, debo cuidarlas, no acostumbrarme a ellas, no condenarlas. Así empiezo
a amarlas y a cuidarlas, lo cual no significa que me encante ser envidioso o
ansioso, sino más bien que lo que me interesa es observar. Es como vivir con
una serpiente en la habitación, gradualmente empiezo a ver mi relación
inmediata con ella y no hay conflicto. ¿Podemos usted y yo vivir con lo que
realmente somos, insensibles, envidiosos, temerosos, creyendo que tenemos gran
afecto, cuando no lo tenemos, sintiéndonos heridos, adulados o aburridos con
facilidad? ¿Podemos vivir con estas realidades sin aceptarlas ni negarlas, sino
observándolas, viviendo con ellas sin volvernos morbosos, deprimidos o
eufóricos? Entonces descubrirá que una de las principales razones del miedo es
que no queremos vivir con lo que somos.
… Los cerros y los árboles, los prados y los
huertos continuarán en tanto la tierra exista, a menos que el hombre en su
crueldad y desesperación lo destruya todo. El torrente, el manantial del que
proviene, tienen una continuidad, pero uno nunca se pregunta si los cerros y
las cosas que están más allá de los cerros poseen su continuidad propia. Si la
continuidad no existe, ¿qué es lo que hay? No hay nada. Uno tiene miedo de ser
nada. ‘Nada’ significa ninguna cosa, ninguna cosa creada por el pensamiento,
ninguna cosa proyectada por la memoria, por los recuerdos, ninguna cosa que uno
pueda poner en palabras y después medir. Sin duda alguna, con absoluta certeza,
existe un área donde el pasado no proyecta ninguna sombra, donde el tiempo,
pasado, presente y futuro, no significa nada.
… No pueden practicar el amor ni adquirirlo
a través de la meditación. Sólo se manifiesta cuando no hay miedo, cuando esa
sensación de ansiedad, de soledad, ha cesado, cuando no hay dependencia ni
adquisición. Y eso llega tan sólo cuando nos comprendemos a nosotros mismos,
cuando somos plenamente conscientes de nuestros móviles ocultos, cuando la
mente puede penetrar en sus propias profundidades sin buscar una respuesta, una
explicación, cuando ya no nombra.”
J. Krishnamurti