“… Es un mundo en constante movimiento de
acción y reacción, de reto y respuesta, de problema tras problema. Estos
problemas aumentan; no solo los políticos los crean, sino también la gente
religiosa, y nosotros también creamos problemas. Nosotros hemos creado esa
sociedad, esta sociedad no ha surgido de la nada, es lo que nosotros somos. Si
nuestra casa interna está desordenada, si es irritante e inflexible, entonces
creamos una sociedad agresiva, cruel, injusta, etc. Nuestra responsabilidad no
es cambiar la sociedad, sino ver en nuestro viaje, en el mismo momento en que
se emprende el viaje, ver si existe la posibilidad de cambiarnos a nosotros
mismos, la posibilidad de una revolución psicológica y no una revolución
física.
… No podemos ser inteligentes sustituyendo
simplemente un gobierno por otro, un partido o grupo por otro, un explotador
por otro. Las revoluciones sangrientas no pueden resolver jamás nuestros
problemas. Solo una profunda revolución interna que altere todos nuestros
valores puede crear un ambiente diferente, una estructura social inteligente; y
tal revolución solo la podemos hacer usted y yo. Ningún nuevo orden surgirá
hasta que individualmente destruyamos nuestras barreras psicológicas y nos
liberemos.
… Han existido guerras religiosas a las que
se ha considerado como guerras justas. ¿Cómo puede haber una guerra justa?
¿Cómo puede ser justo matar a una persona? Nuestra vida de odio, de
competencia, de antagonismo, de ambición, de búsqueda de poder, de posición y
de prestigio genera la guerra. Y la guerra, que es violencia, es la verdadera
esencia del desorden.
… No es cuestión de quién tiene el más grande
poder militar. Es más bien el problema del hombre contra el hombre; es el
hombre el que ha creado las ideologías, y estas ideologías que el hombre ha
creado están las unas contra las otras. Hasta que estas ideas, estas ideologías
lleguen a su fin y cada hombre se vuelva responsable por los otros seres
humanos, no podrá haber paz en el mundo.
… Podrían investigar por qué los seres
humanos, que han vivido en esta tierra tal vez por cuarenta, cincuenta mil años
o más, han llegado a ser lo que son, torpes, violentos, supersticiosos.
Nosotros somos la sociedad, hemos creado esta sociedad en que vivimos, y para
generar orden en esa sociedad, nuestra propia casa debe hallarse en orden, un
orden que no existe. Nuestra casa, la casa en que vivimos, no es la casa
física, sino la casa de nuestras luchas, conflictos, desdichas, confusión y
dolor. Esa es nuestra casa y no producimos orden en ella. La mera exigencia de
un orden externo tiene muy poca significación.
… El caos, el conflicto y la desdicha
actuales, podrán ser comprendidos y resueltos solo cuando cada individuo
discierna el proceso de la ignorancia, que él mismo engendra mediante sus
propias acciones. Para dar origen al orden y al bienestar del hombre, cada uno
de nosotros, mediante su propio y recto esfuerzo, tiene que discernir este
proceso y ponerle fin. Esto requiere una mente alerta y la acción apropiada, no
el seguir un sistema particular de pensamiento, no el disciplinar la mente y el
corazón a fin de alcanzar esa realidad que no puede ser descrita ni concebida.
Solo cuando se disuelve la causa del dolor existe la bienaventuranza de la
realidad.
… Ciertamente, la cosa más importante para
cualquier ser humano es vivir en orden, en armonía con todas las cosas que le
rodean, aun con el ruido de las grandes ciudades, aun con algo que sea feo,
vulgar, sin permitir que ello afecte o altere el curso de su vida, que altere o
deforme el orden en que está viviendo. Sin duda, señor, el orden es la cosa más
importante en la vida o, más bien, una de las más importantes.
… Los sistemas educativos o políticos no
cambian misteriosamente, se transforman cuando nosotros cambiamos
fundamentalmente. El individuo es de primordial importancia, no el sistema; y
mientras el individuo no comprenda el proceso total de su propia existencia, no
hay sistema, sea de derecha o de izquierda, que pueda traer orden y paz al
mundo.
… El verdadero propósito de la educación es
dar al ser humano completa libertad para que pueda desarrollarse, y crear una
sociedad diferente, un nuevo mundo.
… Tenemos que crear un mundo nuevo. Estas no
son meras palabras, una simple idea. Tenemos que crear, efectivamente, un mundo
por completo diferente en el que, como seres humanos, no estemos combatiendo
unos con otros, destruyéndonos mutuamente; en que uno no domine al otro con sus
ideas ni con sus conocimientos; en que cada ser humano sea libre en realidad,
no en teoría. Y solo en esta libertad es posible aportar orden al mundo. Vamos
pues, a desenredar si es que podemos, la red que hemos tejido en torno a
nosotros mismos, la cual impide la cooperación y nos divide, y produce tan
intensa ansiedad, dolor y aislamiento.
… Usted no está realmente interesado en la
injusticia; si lo estuviera, jamás se pondría furioso. Está furioso porque en
el odio y la furia hay una satisfacción emocional, uno se siente dominante
odiando o estando furioso. Si en nuestra relación humana hay compasión e
indulgencia, si somos generosos y benévolos, ¿cómo es posible entonces que
también haya brutalidad, odio? Si no tenemos amor, ¿cómo puede haber orden y
paz? Deseamos reformar a otros, cuando nosotros mismos estamos más necesitados
de ello. No es el otro el cruel, el injusto, lo somos nosotros. Para comprender
esto, debemos estar constantemente alerta. El problema somos nosotros mismos,
no otro. Y le digo que cuando observa la furia en sí mismo y empieza a tomar
conciencia de sus causas y expresiones, entonces, en ese comprender hay
compasión, indulgencia.
… Sin conocerse uno mismo, haga lo que haga,
ya sea reformar o promover cualquier clase de revolución, nunca creará un mundo
donde el individuo se desarrolle como un ser humano total, y pueda así cambiar
la sociedad.”
J. Krishnamurti
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