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SER CONSCIENTES DE LO QUE REALMENTE SON ES EL PROCESO DE COMPRENDER

 

   “… En vez de ocuparnos del cambio que debe ocurrir en nosotros, veamos si tenemos ideas preconcebidas acerca de lo que deberíamos ser. Puesto que las tenemos, nuestra atención debe volverse hacia la investigación de cómo y por qué han surgido. Si investigamos seriamente, encontramos que el miedo crea diversos patrones, ideas preconcebidas sobre nosotros mismos y sobre lo que deberíamos ser. Sin estos conceptos previos, ¿qué somos? Y así, teniendo conceptos e imágenes acerca de lo que deberíamos ser, nos esforzamos en pos de tales conceptos e imágenes, lo cual solo contribuye a deformar la comprensión crítica respecto de nosotros mismos, erigiendo de este modo todo tipo de resistencias. Pero si somos capaces de mirarnos tal como somos, existe entonces la posibilidad de un cambio radical que no habrá de producirse mediante la comparación. Todo cambio comparativo es solo un cambio en la resistencia.

   … Por favor, escuchen todo esto muy cuidadosamente y compréndanlo, para que no necesiten seguir líderes, ejemplos, ideales que necesiten imitar o copiar, para que sean individuos libres con dignidad humana. No podrán ser libres si eternamente se comparan con el ideal, con lo que deberían ser. Comprender lo que realmente son, sin importar cuán feos o atractivos, o cuán atemorizados están, no es cuestión de memoria, el mero recuerdo de un ideal. Necesitan vigilarse, ser conscientes de ustedes mismos momento tras momento en las relaciones diarias. Ser conscientes de lo que realmente son es el proceso de comprender. Si realmente comprenden lo que estoy hablando, lo escuchan completamente, serán libres de todas las cosas totalmente falsas que crearon las generaciones pasadas. No se verán con la carga de la imitación, el mero recuerdo de un ideal, que sólo mutila la mente y el corazón, engendrando temor y envidia. Inconscientemente estarán escuchando esto muy profundamente. Espero que así sea, porque entonces presenciarán una extraordinaria transformación que surge de escuchar profundamente y liberarse de la imitación.

    … Mirad, saber es una cosa, y vivenciar es otra. Saber sobre Dios o la verdad es una cosa, pero vivenciar efectivamente algo de esa inmensidad es muy diferente. La mayoría de nosotros somos conscientes de que estamos funcionando desde un centro, el centro que ha llegado a ser conocimiento, el centro que es experiencia, el centro desde el cual se producen todas las compulsivas ansias y las resistencias, el centro que siempre está buscando seguridad.

   Os ruego que no aceptéis mis palabras, sino que experimentéis de hecho el centro desde el cual pensáis, el ‘yo’. Y donde hay un centro tiene que haber una circunferencia, y la batalla se entabla para alcanzar la circunferencia, lo que debería ser. La circunferencia es siempre cosa diferente de lo que es. ¿No es eso así? Todo esto lo sabemos. Sabemos que, habiendo experimentado eso, todas nuestras actividades, pensamientos y sentimientos son moldeados, proyectados, condicionados por el centro, y el centro inmediatamente dice: ‘tengo que librarme de ello’. Hay pues una división entre el centro y la cosa que debería ser o la cosa que ha sido. Siempre hay esta división, y el conflicto es esencialmente la guerra entre lo que debería ser y lo que es. Lo que es, que es el centro, siempre está tratando de amoldarse a lo que debería ser, y de esa dualidad surge el conflicto.

   De manera que lo importante es aprender sobre uno mismo sin que exista un censor, porque el censor es un ente separado, ¿no es cierto? Cuando existe ese censor que va diciéndole a uno lo que debe y no debe hacer, lo que está bien y lo que está mal, cómo debería y cómo no debería ser algo, uno deja de observar, pues su condicionamiento previo, su tradición, sus recuerdos anteriores interfieren en la observación. ¿Son capaces de ver este hecho tan simple? Y es necesario que aprendan sobre sí mismos porque, de lo contrario, no tienen ninguna base para una percepción clara.

   … ¿Por qué dividimos la vida en la cosa llamada «bien» y la cosa llamada «mal»? ¿No hay, en realidad, una sola cosa, que es una mente inatenta? Por cierto, cuando hay atención completa, o sea, cuando la mente está totalmente despierta, alerta, vigilante, no hay tal cosa como el mal o el bien, sólo hay un estado lúcido, despierto. La bondad no es una cualidad, no es una virtud, es un estado de amor. Cuando hay amor no hay bien ni mal, sólo hay amor. Cuando amamos realmente a alguien, no pensamos si eso es bueno o malo, todo nuestro ser está lleno de ese amor. Sólo cuando cesa la atención completa, el amor, surge el conflicto entre lo que soy y lo que debería ser. Entonces eso que soy es «malo» y lo que debería ser es lo así llamado «bueno». ¿Es de algún modo posible no pensar en términos de fragmentación, no dividir la vida en lo bueno y lo malo, no estar atrapado en este conflicto? El conflicto del bien y el mal es la lucha por llegar a ser alguna cosa. En el momento en que la mente desea ser algo, tiene que haber esfuerzo, conflicto entre los opuestos. Esto no es una teoría. Obsérvese su propia mente y verá que, apenas la mente deja de pensar en términos de llegar a ser esto o aquello, la acción se detiene; esto no es estancamiento, sino un estado de atención total que es bondad. Pero esa atención total no es posible mientras la mente está atrapada en el esfuerzo de llegar a ser alguna cosa.

   … La propia idea de cambiarse uno a sí mismo, contiene un patrón preconcebido que impide la comprensión crítica. Si tenemos un concepto previo de lo que queremos ser, de lo que deberíamos ser, entonces la percepción de lo que somos no es crítica, ya que sólo nos interesa amoldarnos o rechazar. Queremos ser esto o aquello, en consecuencia, estamos incapacitados para realizar un verdadero examen crítico de lo que somos y, por lo tanto, cuando cambiamos en relación con lo que deseamos ser, estamos obligados a crear resistencias y, de ese modo, el cambio fundamental no ocurre en absoluto.

   … Nos ofendemos por amor propio y tenemos amor propio porque tenemos una idea, un símbolo, una imagen de nosotros mismos, de lo que deberíamos ser, de lo que somos o de lo que no deberíamos ser. Uno no es lastimado cuando no tiene una imagen de sí mismo, ni conclusión ni ideología alguna.”

   J. Krishnamurti

    
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