“… Como el pensamiento no es libre, no puede llegar lejos, se mueve dentro de los límites de su propio condicionamiento, dentro de las fronteras de su conocimiento y experiencia. Cada nueva experiencia se interpreta de acuerdo al pasado y por consiguiente fortalece el pasado que es tradición, el estado condicionado. El pensamiento no es pues, el camino hacia la comprensión de la realidad.
… El problema es muy serio. El conocimiento,
ya sea el del mundo tecnológico o del psicológico, o el obtenido a través de la
tradición, de los libros, etc., parece encontrarse en la raíz de todo el
proceso de degeneración. Investiguemos este punto. Observo el caos que existe
por doquier, la inseguridad, la enorme confusión y desesperanza. ¿Cómo debo
acercarme a ellas? Está completamente claro que carezco de respuesta para este
problema de degeneración que existe dentro de mí. Supongamos que he leído el
Vedanta y que ahí encuentro la respuesta, o que soy marxista y que pienso que
la solución está allí, y que solo es necesario hacer modificaciones en el
sistema. Tales posiciones viciarán la indagación. Por eso no quiero afirmar
nada que no se base en hechos observables.
… Y como este anhelo de seguridad es tan
profundo y perpetuo en cada uno de nosotros, uno quiere descubrir la verdad
acerca de la seguridad, pero esa es una cuestión muy difícil de investigar,
porque no sólo desde la niñez, sino desde el principio mismo de los tiempos,
siempre hemos querido sentirnos seguros, seguros con nuestro trabajo, con
nuestros pensamientos y sentimientos, creencias y dioses, con nuestra nación,
familia y propiedad. Por eso, la memoria, la tradición y toda la acumulación
del pasado desempeñan un papel tan sumamente importante en nuestra vida.
… La mente es influida todo el tiempo para
que piense de una manera determinada. En cierta época, solo las religiones
organizadas solían ocuparse de nuestra mente, pero ahora son los gobiernos los
que se han hecho cargo ampliamente de esa tarea. Quieren moldear y controlar
nuestras mentes. En la superficie, la mente puede resistirse a ese control.
Superficialmente, tenemos alguna voz en el asunto, pero bajo la superficie, en
lo profundo del inconsciente, está todo el peso del tiempo, de la tradición,
impulsándonos en una dirección particular. La mente consciente puede, hasta
cierto punto, controlarse y guiarse ella misma, pero en la inconsciente están
aguardando, latiendo, apremiando nuestras ambiciones, nuestros problemas no
resueltos, las compulsiones, las supersticiones, los temores.
… Existe el pensar consciente e
inconsciente, tanto uno como otro forman parte del campo de la conciencia, y
aunque la dividamos por conveniencia, esa división no existe de hecho. Ahora
bien, todo eso es el resultado de siglos de experiencia, conocimiento,
información y tradición, ya sea la tradición de un pasado inmenso, de unos
pocos años o de unos pocos días, de la influencia y del conocimiento
tecnológico. Todo está dentro del campo de la conciencia, tanto consciente como
inconsciente, y en ese campo actuamos, en ese campo sufrimos, tenemos placer,
dolor, padecemos una desdicha consciente y una desdicha profunda, desconocida,
agobiante.
… Cuando exteriormente hay una gran
perturbación, incertidumbre, inseguridad, el hombre se vuelve a la tradición,
como lo está haciendo el mundo musulmán; ellos regresan al Corán, y en el mundo
cristiano, en el hindú, hay tantos libros, que ahí no pueden regresar a los
libros, pero regresan a sus tradiciones. Hoy tenemos dioses tribales en cada
rincón del país, y es porque el mundo se ha vuelto tan inseguro y peligroso. Y
todos nosotros hacemos lo mismo, queremos pertenecer a algún grupo, a alguna
secta, a algún dios local. ¿Cómo, entonces, ha de investigar uno el mundo
psicológico, es decir, el mundo de la conciencia? El contenido de esa
conciencia es lo que somos cada uno de nosotros. Esta no es una afirmación
dogmática, no es una conclusión, sino un hecho. Lo que somos es el contenido de
nuestra conciencia, nuestras creencias, opiniones, experiencias, ilusiones,
supersticiones, nuestros dioses, nuestro temor, nuestro placer, nuestra
soledad, y el dolor y la gran aflicción y el miedo a la muerte. Eso es lo que
somos.
… Nos preguntamos si para esa conciencia
existe en absoluto la evolución. La evolución implica devenir. O sea, soy
codicioso, envidioso, violento. ¿Puede la codicia evolucionar en no codicia?
¿Puede la ira, la soledad, convertirse paulatinamente en alguna otra cosa? Toda
nuestra tradición, toda nuestra educación religiosa, nuestra fe, nuestras
creencias y la que llamamos literatura sagrada, nos dicen que ‘llegaremos a
ser’ esto o aquello. Si uno hace un esfuerzo, si lucha por algo, si medita, se
moverá de esto a aquello, de ‘lo que uno es’ a ‘lo que uno debería ser’. Eso es
evolución. Quien les habla está negando todo eso, dice que la codicia jamás
puede volverse una codicia ‘mejor’. Solamente existe el cese de algo, no el
devenir de algo en otra cosa.
… Lo otro, el ideal, no tiene ningún
sentido, no es real. Resulta muy difícil liberar la mente del ideal, liberarla
del opuesto, porque tradicionalmente, a través de siglos de una determinada
cultura hemos sido educados a aceptar el ejemplo, el ideal del hombre perfecto,
la figura del héroe, y a esforzarnos para conseguirlo. Así es como nos han
educado, por eso queremos cambiar la envidia en no envidia, pero nunca lo
conseguimos y seguimos atrapados en un conflicto interminable.
… Cuando uno mira la vida de su existencia
diaria, no la vida teórica, no la vida abstracta en la que «todos los seres
humanos somos uno, todo es amor» y esa sarta de tonterías, sino cuando uno la
observa, ve que la mira a través del conocimiento pasado, la mira a través de
la tradición, de la acumulación de experiencia humana, y eso le impide a uno
mirar de verdad. Es un hecho que se ha de reconocer; para observar la vida
realmente deben mirarla con una mirada nueva, es decir, mirarla sin ninguna
censura, sin ningún ideal, sin ningún deseo de reprimirla o cambiarla, tan sólo
observarla.
… Uno puede realizar la verdad, esa
comprensión perdurable, sólo cuando el pensar está continuamente en movimiento,
no sujeto por el pasado o por el futuro. Esto es tan simple que a menudo no lo
percibimos”.
J. Krishnamurti
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