DIÁLOGO: JUEVES 18 de Mayo Hora 18:00 Contacto: angel2vv@hotmail.com
“… ¿Por qué está usted apegado? ¿Qué
significa esa palabra "apego"? Dependo de algo. Dependo de que
ustedes acudan a este sitio para que yo pueda hablarles; estoy dependiendo de ustedes
y, por tanto, me apego a ustedes, pues por medio de ese apego cobro cierta
energía, cierto brío y demás tonterías. Así pues, estoy apegado, lo cual, ¿qué
significa? Dependo de usted, dependo de los muebles. Al apegarme a los muebles,
a una creencia, a un libro, a la familia, a una esposa, estoy dependiendo de
todo eso para que me dé comodidad, para que me dé prestigio, posición social.
La dependencia es una forma de apego. Ahora bien, ¿por qué dependo? No me
conteste. Mírese a sí mismo. Usted depende de algo, ¿no es así? De su país, de
sus dioses, de sus creencias, de las drogas que toma, de la bebida.
Trata de huir por medio
del apego, de la dependencia. Por tanto, regresa al viejo patrón. Pero si ve la
verdad de que el apego y la dependencia encubren su vacío, no escapará,
¿verdad? Si no ve ese hecho, forzosamente escapará. Tratará de llenar ese vacío
de otras maneras. Anteriormente lo llenaba con drogas, ahora lo llena con sexo
o con cualquier otra cosa. Así pues, cuando ve este hecho, ¿qué sucede?
Prosigan, señores, continúen. He estado apegado a la casa, a mi esposa, a los
libros, a mis escritos, a la idea de hacerme famoso; veo que el temor surge
porque no sé qué hacer con mi vacío y, por lo tanto, dependo; por lo tanto,
estoy apegado. ¿Qué hago cuando me envuelve esta sensación de gran vacío dentro
de mí?
… ¿Me estoy hablando a
mí mismo, o estamos todos juntos en ello? Quien les habla suele hablar al aire
libre, debajo de los árboles, o de una gran carpa, sin estas luces deslumbrantes;
entonces se puede tener una comunicación íntima. De hecho, solo estamos
hablando usted y yo, no esa enorme audiencia en este amplio salón, sino que
usted y yo estamos sentados en un banco junto a la orilla de un río,
considerando juntos esta cuestión. Y uno le está diciendo al otro que solo
somos memoria, y que nos apegamos a esa memoria, mi casa, mi propiedad, mi
experiencia, mis relaciones, la oficina o la fábrica a la que debo ir, la
habilidad que me gusta practicar durante cierto periodo de tiempo, eso es todo
lo que soy. El pensamiento se apega a todo eso, y decimos que eso es vivir.
Pero ese apego crea toda clase de problemas; si está apegado tiene miedo a
perder; y está apegado porque se siente solo con esa constante soledad que le
ahoga, que le aísla y le deprime. Cuanto más nos apegamos a otro, que de nuevo
es memoria, al ser la otra memoria, más problemas hay.
Estoy apegado al
nombre, a la forma; mi vida es el apego a los recuerdos que he acumulado a lo
largo de toda mi vida. Observo que donde hay apego, hay corrupción. Cuando me
apego a una creencia esperando que ese apego me aporte cierta seguridad, tanto
física como psicológica, ese apego impide cualquier examen posterior. Cuando
tengo fuerte apego a algo, a una persona, a una idea, a una experiencia, tengo
miedo de investigar. Así pues, donde hay apego, hay corrupción. Toda nuestra
vida es un movimiento dentro del campo de lo conocido. Es obvio. La muerte
significa el cese de lo conocido. Significa que el organismo físico termina,
terminan todos los recuerdos, que soy yo, porque yo no soy más que memoria,
siendo la memoria lo conocido. Tengo miedo de perder todo eso, lo que significa
morir. Creo que está bastante claro, al menos verbalmente. Intelectualmente lo
puede aceptar con lógica, con sensatez; es un hecho.
… Todos nosotros tenemos que vivir en este
mundo, no podemos huir de él. Debemos comprenderlo y no escapar de él hacia
consuelos ilusorios, teorías esperanzadoras y ensueños fascinantes. Somos el
mundo y debemos comprenderlo con inteligencia y creatividad. Hemos creado este
mundo de odio devastador, este mundo despedazado por creencias e ideologías,
por religiones y cultos, por los líderes y sus seguidores, por las barreras
económicas y las nacionalidades. Hemos creado este mundo por obra de nuestro
anhelo y nuestro miedo individual, de nuestra ambición e ignorancia. Nosotros
mismos debemos cambiar radicalmente, liberarnos de estas esclavitudes, de modo
tal que podamos contribuir a crear un mundo verdaderamente cuerdo y feliz.
Vivamos, entonces, dichosamente, sin apego ni envidia; amemos sin afán
posesivo y no tengamos mala voluntad hacia nadie; no nos separemos en grupos
estrechos y conflictivos. De este modo, gracias a nuestra propia, tenaz y
constante percepción alerta, nuestro pensamiento se transformará desde lo
limitado a lo completo.
… Puede que uno posea un talento especial,
como es el caso del músico, que está tremendamente apegado a su instrumento o
al cultivo de su voz. Y cuando el instrumento o la voz fallan, se siente
completamente perdido, está acabado. Tal vez asegure sus manos o su violín; o
puede llegar a ser un director, pero sabe que debido a su apego le espera la
inevitable sombra del miedo. Me pregunto si cada uno de nosotros, si somos del
todo serios, ha examinado esta cuestión, porque la libertad significa estar
libre de toda atadura y, por lo tanto, de toda dependencia. Una mente apegada a
algo no es objetiva ni clara, no puede pensar cuerdamente ni observar
directamente.
… ¿Nos damos cuenta de
esto? Eso es todo lo que estoy preguntando. ¿Soy consciente de mi apego a las
experiencias que tuve, al recuerdo que tengo de ellas, sea placentero o
doloroso, y que estoy apegado porque sin ellas me siento perdido? Les tengo
apego porque me proporcionan placer. Siento apego por ellas porque me
identifico con ellas, y en consecuencia me dan seguridad. Podría dar docenas de
razones, pero ¿soy consciente de todo esto?
… La virtud, como
he explicado, consiste en liberar del anhelo al pensamiento-sentimiento; y para
ello, también tiene que haber sencillez, imparcialidad. La dependencia destruye
el amor. El anhelo personal debe crear siempre apego, afán posesivo, de lo cual
surgen los celos, la envidia y esos conflictos con los que todos estamos muy
familiarizados. Donde hay dependencia y apego no hay amor”.
J. Krishnamurti