“… La mente, que contiene también el
corazón, toda la naturaleza psicosomática del hombre, tiene que ser altamente
sensitiva, porque la sensibilidad implica inteligencia. Vamos a examinar un
poco este asunto porque todo ello es la base para la meditación. Si no
establecemos la base del orden, entonces la meditación, que es una de las cosas
más extraordinarias en la vida, se torna en un mero escape que conduce al
autoengaño y a la autohipnosis. Una mente burda puede aprender las tretas,
puede poner en práctica la llamada meditación, pero continuará siendo una mente
burda, tonta.
… No pongan especial atención a la palabra
“meditación”. Veo que están familiarizados con la palabra, pero la palabra no
es la cosa. Observo que en sus rostros se insinúa de pronto una expresión seria
y que a la mención de esa palabra súbitamente se sientan más derechos. Qué esclavos
son de esa palabra los seres humanos ... Ustedes no saben lo que significa.
Todo lo que saben es que esa palabra señala alguna fantasía que tienen. Saben
que en todo el mundo están esas escuelas y esos swamis y yoguis que enseñan
diversas formas de meditación, no se rían, todos ustedes lo hacen a su manera.
Piensan que repitiendo ciertas palabras van a alcanzar el más extraordinario de
los estados, que repitiendo un mantra obtendrán alguna experiencia milagrosa. Eso
no es en absoluto meditación, es una insensatez, es autoengaño y autohipnosis.
… Hasta que disolvamos esas barreras que son
un autoengaño, que nos brindan cierta vitalidad, no puede haber cooperación
entre vosotros y yo. Identificándonos con un grupo, con una idea en particular,
con determinado país, jamás podremos establecer cooperación. La creencia no
trae cooperación, por el contrario, ella divide. Vemos cómo un partido político
está contra otro, cada cual, con su creencia en determinada manera de entender
los problemas económicos, lo que hace que estén todos ellos en guerra unos con
otros.
… Por otra parte, a fin de hallarse realmente libre de todo sentimiento de posesión, uno tiene que estar tan alerta, tan atento como para no engañarse a sí mismo, porque en el pensamiento de que uno está libre del espíritu posesivo, puede esconderse una gran dosis de autoengaño. Pensamos muy a menudo que somos libres, pero en realidad vivimos envueltos en la capa del autoengaño. Tan pronto la necesidad de uno está satisfecha, uno no se aferra a eso, no siente que tenga sobre ello derechos de propiedad.
… Es decir, no bien abordamos un hecho
emocionalmente, sentimentalmente, a base de ideación, entramos en el mundo de
la ilusión y del autoengaño. El mirar un hecho y estar libre de todo eso,
requiere extraordinaria vigilancia. Es por lo tanto de la mayor importancia que
descubramos por nosotros mismos, no si estamos en la ilusión o engañados, sino
si estamos libres del deseo de identificarnos, del deseo de tener una sensación
que llamáis experiencia, del deseo de repetir, de poseer o de volver a una
experiencia. Al fin y al cabo, de instante en instante podéis conoceros tal
cuales sois de hecho, no a través del tamiz de la ideación, que es sensación.
… Como está totalmente libre de la
estructura psicológica de la ambición, la codicia, la envidia, la rivalidad y
de toda exigencia de "más", la mente religiosa vive en un estado de
inocencia. Solo una mente así puede ir más allá de sí misma, y no aquella mente
que simplemente cree en el más allá o tiene algunas hipótesis sobre Dios. La
palabra "Dios", no es Dios, el concepto que uno tiene de Dios, no es
Dios. Para descubrir si existe ese algo que llamamos Dios, todos los conceptos
y las proyecciones, todas las ideas y todo pensamiento, que es la respuesta de
la memoria, deben terminar. Tan solo entonces surge ese estado de inocencia en
el que no hay autoengaño, en el que no hay deseo de un resultado concreto. En
ese momento, uno descubre por sí mismo lo que es la verdad ...
No es posible retener las aguas del mar en
un pañuelo o agarrar el viento en el puño; sin embargo, uno puede escuchar el
susurro profundo de una tormenta o las violentas aguas del mar, puede sentir la
enorme fuerza del viento, su belleza y su capacidad destructora. Para que lo
nuevo surja, uno debe destruir lo viejo completamente.
… Darse cuenta plenamente de la ignorancia
implica el comienzo de la franqueza, de la honestidad. Lo contrario engendra
credulidad y obstinación. Tratar de ser honestos sin habernos dado cuenta de la
ignorancia, sólo nos conduce a más confusión. Sin conocimiento propio, la mera
sinceridad es estrechez mental y autoengaño. Si uno comienza a ser plenamente
consciente de sí mismo y observa lo que es la auténtica franqueza, entonces la
confusión cede ante la claridad. La falta de claridad es lo que nos lleva a ser
deshonestos, pretenciosos. Lo que trae orden y claridad es darnos cuenta de los
escapes, de las distorsiones y los obstáculos. La ignorancia, que es la falta
de conocimiento propio, resulta en confusión y deshonestidad.
… Juzgar a otro es fundamentalmente erróneo.
Sé, sin ninguna clase de temor, ilusión o autoengaño, que lo que digo y vivo
nace de la vida misma. Usted podrá despertar la inteligencia sólo a través del
conflicto, no mediante el deseo de juzgar. Sólo en el estado de conflicto y
sufrimiento puede uno comprender lo verdadero. Pero cuando empieza a sufrir,
debe mantenerse intensamente alerta, de lo contrario creará un escape hacia
alguna ilusión. El círculo vicioso del sufrimiento y el escape continuará hasta
que comience a comprender la inutilidad del escape. Sólo entonces habrá
inteligencia, lo único que puede resolver los múltiples problemas humanos."
J. Krishnamurti