“… ¿Cómo podemos esperar evitarla cuando los
elementos y valores que causan la guerra continúan? ¿Ha producido algún
profundo cambio fundamental en el hombre la guerra que apenas acaba de pasar?
El imperialismo y la opresión mantienen aún su señorío, tal vez hábilmente
disimulado; continúan los estados soberanos separados; las naciones maniobran
encaminadas a nuevas posiciones de poder; el fuerte todavía oprime al débil; la
elite dirigente explota todavía a los dirigidos; los conflictos sociales y de
clases no han cesado; los prejuicios y odios arden por todas partes. Mientras
el sacerdocio profesional con sus prejuicios organizados justifique la
intolerancia y la liquidación de otro ser por el bien de vuestro país y la
protección de vuestros intereses e ideologías, habrá guerra. En tanto que los
valores sensorios predominen sobre el valor eterno, habrá guerra.
Lo que vosotros sois eso es el mundo. Si
sois nacionalista, patriota, agresivo, ambicioso, codicioso, sois entonces la
causa de conflicto y guerra. Si pertenecéis a alguna particular ideología, a un
prejuicio especializado, aun si se le llama religión, seréis entonces la causa
de contienda y miseria. Si estáis enredado en valores sensorios habrá entonces
ignorancia y confusión. Porque lo que sois es el mundo; vuestro problema es el
problema del mundo.
… No sé si han estado siguiendo algunos de
los titulares de los diarios referentes a los continuos preparativos de guerra.
Y si uno se prepara para algo, lo va a conseguir, como cuando prepara una buena
comida. Al común de las gentes de todo el mundo, eso parece traerle sin
cuidado. A los que están involucrados intelectual y científicamente en la
producción de armamentos no les importa. Sólo les interesan sus carreras, sus
empleos, sus investigaciones científicas. Y si a aquellos de nosotros que somos
personas bastante corrientes, de la denominada clase media, eso no nos
concierne en absoluto, entonces realmente estamos arrojando la toalla. Y lo
trágico es que no parece importarnos. No nos reunimos, no pensamos juntos, no
cooperamos. Estamos más que dispuestos a pertenecer a instituciones y
organizaciones, confiando en que éstas pongan fin a las guerras y eviten que
nos masacremos unos a otros. Nunca lo han hecho. Instituciones y organizaciones
jamás detendrán nada de esto. Es el corazón humano, la mente humana lo que está
de por medio. No hablamos por hablar, nos enfrentamos a algo verdaderamente muy
peligroso. Nos hemos entrevistado con algunas de las figuras más relevantes
implicadas en todo esto y les trae sin cuidado. Pero si a nosotros nos importa
y nuestra vida cotidiana es vivida rectamente, si cada uno de nosotros se da
cuenta de lo que hace cada día, entonces creo que existe cierta esperanza para
el futuro.
… Lo importante es librarnos de las ideas,
del nacionalismo, de todas las creencias y dogmas religiosos, de manera que
podamos actuar, no siguiendo un modelo o una ideología, sino conforme a lo que
requieran las circunstancias. Evidentemente, el indicar los estorbos y
obstáculos que impiden esa acción no es una pérdida de tiempo, no es una
palabrería. Es evidente que lo que usted está haciendo carece de sentido. Sus
ideas y creencias, sus panaceas políticas, económicas y religiosas en realidad
están dividiendo a la gente y conduciendo a la guerra. Sólo cuando la mente se
libera de la idea y de la creencia puede actuar correctamente. Un hombre que
sea patriótico, nacionalista, no podrá nunca saber lo que significa ser
fraterno, aunque pueda hablar de ello, al contrario, sus acciones en el ámbito
económico y en todas direcciones están propiciando la guerra. De modo que puede
haber una acción correcta y, por lo tanto, una transformación radical y
duradera, sólo cuando la mente esté libre de ideas, no superficial, sino
fundamentalmente; y la libertad respecto a las ideas sólo puede resultar del
darse cuenta y del conocimiento de sí mismo.
… El hombre ha matado millones de ballenas y
aún las sigue matando. Todo lo que obtenemos de esa matanza podríamos obtenerlo
por otros medios. Pero, al parecer, al hombre le encanta matar seres: el ciervo
veloz, la maravillosa gacela y el gran elefante. Nos gusta matarnos los unos a
los otros. Este matar a otros seres humanos jamás ha cesado a lo largo de toda
la historia de la vida del hombre sobre la Tierra. Si pudiéramos, como es
nuestro deber, establecer una relación profunda y perdurable con la naturaleza,
directamente con los árboles, los arbustos, las flores, la hierba y las rápidas
nubes, entonces jamás mataríamos a otro ser humano por ninguna razón del mundo.
La guerra es el asesinato organizado, y aunque nos manifestemos contra una
guerra en particular, contra la guerra nuclear o cualquier otro tipo de guerra,
jamás nos hemos manifestado contra la guerra en sí. Jamás hemos dicho que matar
a otro ser humano es el pecado más grande del mundo.
… Nuestro problema es el conflicto, no sólo el conflicto entre individuos, sino el conflicto del mundo. Vemos lo que está sucediendo en el mundo, el conflicto creciente de la guerra, la destrucción, la miseria, cosas que no podemos detener. Todo cuanto podemos hacer es cambiar nuestra relación con el mundo, no el mundo de Europa o de América, sino el mundo de nuestra esposa, nuestro marido, nuestro trabajo, nuestro hogar. Allí es donde podemos generar un cambio, y ese cambio se mueve en círculos cada vez más amplios, pero sin este cambio fundamental no puede haber paz en el mundo. Podemos sentarnos en un rincón o leer algo que nos ponga a dormir, a lo cual la mayoría de la gente llama meditación, pero eso no es descubrir, recibir lo real. Lo que casi todos queremos es un escape satisfactorio, no queremos afrontar nuestros conflictos porque son demasiado dolorosos. Resultan dolorosos porque jamás miramos para ver qué son todos ellos; buscamos algo a lo que llamamos Dios, pero nunca examinamos la causa del conflicto. No obstante, si comprendemos el conflicto de la existencia cotidiana, entonces sí podremos ir más lejos, porque en esa comprensión radica todo el significado de la vida.”
J. Krishnamurti