“… Ayer hablábamos de
la dependencia, de sus apegos y temores. Creo que esta puede ser una cuestión
importante en nuestra vida, de modo que deberíamos examinarla con bastante
profundidad. Después de todo, vemos que no es posible la libertad cuando hay
alguna clase de dependencia. Existe la dependencia fisiológica y la
psicológica. Hay dependencia biológica de alimento, ropa y albergue, que es una
dependencia natural. Pero existe un apego que surge a raíz de una necesidad
biológica, como la de poseer una casa, a la cual uno se apega psicológicamente;
o se apega a determinados alimentos, al comer de forma compulsiva, debido a
otros factores de temor que no han sido descubiertos, y así sucesivamente. Hay
dependencias físicas de las cuales uno puede darse cuenta fácilmente, como el
fumar, el ingerir drogas, el beber y el recurrir a diversos tipos de
estimulantes físicos de los que uno depende fisiológicamente. Luego están las
dependencias psicológicas. Uno tiene que observarlas con mucho cuidado porque
están entrelazadas, relacionadas entre sí. Se depende de una persona, de una
creencia, de una relación establecida, o de un hábito psicológico de
pensamiento. Creo que uno puede darse cuenta de todo esto bastante fácilmente.
Y puesto que hay dependencia y apego, tanto físico como psicológico, el miedo
de perder aquello a lo que estamos apegados engendra temor.
… Hay apegos
superficiales, psicológicos, y estratos profundos donde puede haber alguna
forma de apego. ¿Cómo se descubren? ¿Cómo puede ver la verdad y las
implicaciones de esa verdad, la mente que tal vez observe conscientemente sus
muchos apegos y se dé cuenta de la naturaleza de estos? Puede que tenga otras
formas de apegos ocultos. ¿Cómo va a descubrirlos? Una mente que está atada a
algo experimenta conflicto al darse cuenta que debe desapegarse; de otro modo
sufre y, por consiguiente, se apega a alguna otra cosa, y así sucesivamente.
Esta es nuestra vida. Descubro que estoy apegado a mi mujer y puede que vea
todas las consecuencias de ello. Como estoy apegado a ella, veo que
inevitablemente ha de haber temor involucrado. Por lo tanto, surge el conflicto
del desapego y el intento de relacionarse, el conflicto en la relación. Es
bastante fácil observar eso claramente y ponerse a sí mismo al descubierto.
Nuestra pregunta es: ¿cuán profundamente apegados estamos a alguna forma de
tradición, cualquiera que sea, en los ocultos intersticios de la mente?
Escuchen, por favor, porque verán que la libertad implica liberarse
completamente de todo esto; de lo contrario tiene que haber temor. Y la mente
que está agobiada por el temor es incapaz de comprender, de ver las cosas como
son y trascenderlas.
… ¿Cómo se observan los apegos ocultos?
Puede que me obstine creyendo que no estoy atado a nada; puedo haber llegado a
la conclusión de que no dependo de nada. Esa conclusión lleva a la terquedad.
Pero si uno está aprendiendo, buscando, vigilando, en este acto de aprender no
hay conclusión. La mayoría de nosotros estamos apegados a alguna forma de
conclusión todo el tiempo y funcionamos de acuerdo con dicha conclusión. ¿Puede
la mente dejar de formar conclusiones? Todo el tiempo, no sólo en raras
ocasiones.
… Yo digo que jamás encontrarán la verdad
cambiando gradualmente el objeto del deseo. Pero si comprenden que sólo en la
percepción inmediata, en el discernimiento instantáneo se encuentra la plenitud
de la sabiduría, entonces desaparecerá esta idea del cambio gradual de los
objetos del deseo.
¿Qué es lo que hacemos, pues? Pensamos: “yo
era diferente ayer, soy diferente hoy y seré diferente mañana”; por lo tanto,
prestamos atención a las diferencias, a los cambios, no al discernimiento.
Tomemos, por ejemplo, la idea del desapego. Nos decimos: “hace dos años yo
estaba mucho más apegado, hoy estoy menos apegado y dentro de unos cuantos años
lo estaré menos aún; finalmente llegaré a un estado en el cual me habré
desapegado por completo”. Pensamos así
que hemos evolucionado desde el apego al desapego, a través del constante
impacto de la experiencia, y a esto lo llamamos progreso, desarrollo del
carácter.
Para mí, esto no es progreso. Si uno percibe
con todo su ser la plena significación del apego, entonces no progresa hacia el
desapego. La mera persecución del desapego no revela la superficialidad del
apego, la cual puede ser comprendida sólo cuando la mente y el corazón no
escapan a través de la idea del desapego. Esta comprensión no se origina en el
tiempo, sino comprendiendo que en el apego mismo están tanto el dolor como la
dicha pasajera. Entonces ustedes me preguntan: ¿no me ayudará el tiempo a
percibir eso? El tiempo no lo hará. Lo que hará que perciban es, ya sea la
transitoriedad de la dicha o la intensidad del dolor que hay en el apego. Si
están plenamente atentos a esto, entonces ya no se hallan atrapados en la idea
de que son diferentes ahora de como lo fueron varios años atrás, y de que luego
serán de nuevo diferentes. Se vuelve ilusoria la idea del tiempo progresivo.
… Les aseguro que,
mediante este proceso de apego, no pueden encontrar la verdad, la liberación,
el nirvana, el cielo o como gusten llamarlo. Esto no quiere decir que todos
deben volverse indiferentes, lo cual significaría solo que se han marchitado,
sino que traten de descubrir francamente, con honestidad y sencillez, si
aquello a lo que se aferran con tan inflexible espíritu posesivo, tiene alguna
significación, algún valor; para descubrir si tiene algún valor, no puede haber
deseo alguno de aferrarse a ello. Y cuando realmente lo consideren de ese modo,
encontrarán algo que es indescriptible. Descubrirán algo real, perdurable,
eterno. Entonces no habrá necesidad alguna de maestro y discípulo. Habrá un
mundo feliz, cuando no haya ni maestros ni discípulos.
… La verdad es una
experiencia disociada del pasado. El apego al pasado, con sus recuerdos y
tradiciones, es la continuación de un centro estático que impide la experiencia
de la verdad. Cuando la mente no está cargada de creencias, deseos, apegos,
cuando se halla creativamente vacía, existe una posibilidad de experimentar lo
real.”
J. Krisnamurti