“… Lo que yo llamo labor de remiendos son
estas continuas modificaciones en el sistema existente de pensamiento, pero
conservando los cimientos intactos tal como están. Eso es una labor de
remiendos, ¿no es así? Mantener las cosas esencialmente como están y modificar
las dificultades superficiales, producir cambios respecto de aflicciones
transitorias, pero sin encarar las cosas fundamentales. Y bien, a tal trabajo y
a tal pensamiento basado en esta idea, yo lo llamo labor de remiendos o
reforma. Es como mejorar los barrios pobres de la ciudad. No es que esté mal
mejorar los barrios pobres de la ciudad, lo malo es que deban existir los
barrios pobres, que deba haber personas que explotan, que deba existir esta
discriminación de las diferencias de clase; ese es el problema, no cuántas
mejoras puedan ustedes hacer. Hasta que reconozcamos eso y en tanto no haya un
cambio radical, fundamental, el mero tratar con los síntomas no va a lograr
nada.
Tomemos otro ejemplo. Tratar con los
síntomas es considerar que yo puedo adherirme a mi religión particular y usted
a la suya, tolerándonos el uno al otro. Ahora bien, como lo he explicado la
otra noche, todo el proceso sobre el que se fundamenta una religión, se cumple
mediante la adhesión a una creencia o dogma en particular. Usted dice que es
una persona religiosa, un cristiano, porque tiene ciertas creencias, ciertos
ideales, ciertos dogmas, y se dice a sí mismo que habrá un mundo perfecto
cuando todos creen en lo mismo que usted, o cuando todas las personas del mundo
lleguen a su particular forma de pensar; y nosotros tratamos de remendar, de
hacer reformas con esa actitud hacia las religiones. A mi entender, la
verdadera reforma, el verdadero cambio, el cambio radical de pensamiento, se
encuentra no en remendar o reformar las religiones, sino en ver lo absurdo de
las religiones. Mientras tengan ustedes creencias, tendrá que haber divisiones.
Mientras se hallen enjaulados en una forma particular de pensamiento, estarán
naturalmente separados de mí y no podrá haber contacto humano, verdadera
comprensión humana.
… Así que la revolución religiosa a la que
me refiero no es la restauración o reforma de ninguna religión específica, sino
la libertad total respecto de todas las religiones e ideologías, lo que en
realidad significa estar libre de la sociedad que las ha creado. Está claro que
alguien que sea ambicioso no puede ser una persona religiosa. Un hombre
ambicioso no sabe lo que es el amor, aunque pueda hablar de él. Puede que un
hombre no sea ambicioso en el sentido mundano de la palabra, pero si quiere
convertirse en santo, ser alguien espiritualmente importante, si quiere
conseguir un resultado en el otro mundo, sigue siendo ambicioso. Así que la
mente no solo tiene que despojarse de toda ceremonia, credo y dogma, sino que
además tiene que librarse de la envidia. La libertad total del hombre es la
revolución religiosa, pues sólo entonces será capaz de enfocar la vida de forma
completamente distinta y dejar de crear un problema tras otro.
… Periódicamente, un grupo explota a otro
grupo, y la explotación resulta en una crisis violenta. Esto ha estado
sucediendo en el curso de los siglos; una raza dominando, explotando,
asesinando a otra raza para ser, a su vez, oprimida, engañada, reducida a la
pobreza. ¿Cómo ha de resolverse esto? ¿Ha de ser corregido solo mediante la
legislación externa, la organización externa, la educación externa, o
comprendiendo las causas internas del conflicto que han producido el caos
externo con sus desdichas? Ustedes no pueden captar lo interno sin comprender
lo externo. Si tratan meramente de reprimir a una raza que explota u oprime a
otra, se convertirán en el explotador, el opresor. Si adoptan malos medios para
un fin correcto, el fin es transformado por el medio. Por lo tanto, hasta que
no comprendamos esto de manera profunda, duradera, la mera reforma de lo malo
usando malos métodos, generará males ulteriores; por eso, toda reforma necesita
siempre nuevas reformas. Pensamos que vemos lo evidente que es esto; sin embargo,
admitimos que, por medio del temor, de la propaganda y demás, nos persuadan de
lo contrario, lo cual significa que, de hecho, no hemos percibido su verdad.
Tal como es el individuo, así es la nación,
así es el Estado; uno puede no ser capaz de transformar a otro, pero puede
tener la certeza de su propia transformación. Ustedes podrán impedir por medios
violentos, sanciones económicas, etc., que un país explote a otro, pero ¿qué
garantía hay de que la misma nación que pone fin a la crueldad de otra, no va a
ser también opresora, cruel? No hay garantía, ninguna garantía en absoluto. Por
el contrario, al combatir el mal con medios malos, la nación, el individuo, se
convierte en aquello contra lo que está combatiendo. Ustedes pueden erigir una
estructura exterior, superficial, sobre la base de una excelente legislación
destinada a controlar y reprimir, pero si no hay buena voluntad y amor
fraternal, el conflicto y la pobreza interiores explotan y producen caos
externo.
La mera legislación no impide que el
Occidente explote al Oriente, o quizá que el Oriente explote, a su vez, al
Occidente, pero en tanto nosotros, individualmente o en grupos, nos
identifiquemos con esta o aquella raza, nación o religión, habrá explotación y
guerras, opresión y hambre. Mientras sigan ustedes admitiendo para sí mismos la
división, la larga lista de divisiones absurdas tales como americanos,
ingleses, alemanes, hindúes y demás, mientras dure la falta de percepción
acerca de la unidad y relación de los seres humanos, seguirá habiendo
asesinatos en masa y dolor interminable. Un pueblo guiado, reprimido por la
mera legislación, es como una flor artificial, hermosa a la vista, pero vacía
por dentro.
Ustedes dirán, quizá, que el mundo no
aguardará a que el despertar individual o el despertar de unos pocos altere su
curso. Así es, seguirá ciegamente su curso establecido. Pero despertará a
través de cada individuo que pueda liberarse de su servidumbre a la división,
al espíritu mundano, a la ambición y al poder personal; gracias a la
comprensión de estos individuos, podrán llegar a su término la brutalidad y la
ignorancia. Sólo en el despertar del individuo hay esperanza.”