DIÁLOGO: VIERNES, 24 de NOVIEMBRE c/Silva Hora 18:00
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“… El espíritu adquisitivo no es el amor a la belleza, nace del deseo de seguridad, pero tener seguridad es ser insensible. El deseo de seguridad crea el temor, y pone en movimiento un proceso de aislamiento que levanta paredes de resistencia alrededor de nosotros que impiden toda sensibilidad. No importa lo bello que sea un objeto, pronto pierde su atracción para nosotros, nos acostumbramos a él, y lo que antes era un placer se convierte en algo hueco e insípido. La belleza está todavía allí, pero ya no la vemos, fue absorbida por la monotonía del diario vivir.
… Yo
digo que jamás encontrarán la verdad cambiando gradualmente el objeto del
deseo. Pero si comprenden que sólo en la percepción inmediata, en el
discernimiento instantáneo se encuentra la plenitud de la sabiduría, entonces
desaparecerá esta idea del cambio gradual de los objetos del deseo.
¿Qué es lo que hacemos, pues? Pensamos: “yo
era diferente ayer, soy diferente hoy y seré diferente mañana”; por lo tanto,
prestamos atención a las diferencias, a los cambios, no al discernimiento.
Tomemos, por ejemplo, la idea del desapego. Nos decimos: “hace dos años yo
estaba mucho más apegado, hoy estoy menos apegado y dentro de unos cuantos años
lo estaré menos aún; finalmente llegaré a un estado en el cual me habré
desapegado por completo”. Pensamos así
que hemos evolucionado desde el apego al desapego, a través del constante
impacto de la experiencia, y a esto lo llamamos progreso, desarrollo del
carácter.
Para mí esto no es progreso. Si uno percibe
con todo su ser la plena significación del apego, entonces no progresa hacia el
desapego. La mera persecución del desapego no revela la superficialidad del
apego, la cual puede ser comprendida sólo cuando la mente y el corazón no
escapan a través de la idea del desapego. Esta comprensión no se origina en el
tiempo, sino comprendiendo que en el apego mismo están tanto el dolor como la
dicha pasajera. Entonces ustedes me preguntan: ¿no me ayudará el tiempo a
percibir eso? El tiempo no lo hará. Lo que hará que perciban es, ya sea la
transitoriedad de la dicha, o la intensidad del dolor que hay en el apego. Si
están plenamente atentos a esto, entonces ya no se hallan atrapados en la idea
de que son diferentes ahora de como lo fueron varios años atrás, y de que luego
serán de nuevo diferentes. Se vuelve ilusoria la idea del tiempo progresivo.
… Como he dicho, para mí la percepción o el
discernimiento es intemporal. El tiempo no nos da discernimiento respecto a las
experiencias, sólo nos hace más listos, más ingeniosos en el modo de
enfrentarnos a las experiencias. Pero si ustedes perciben y viven de manera
completa en la cosa misma que están experimentando, entonces desaparece esta
idea del cambio desde lo no esencial a lo esencial, y así la mente se libera
ella misma de la idea del tiempo progresivo.
Ustedes consideran hoy que algo es esencial
y van tras ello y lo obtienen. Y mañana eso se vuelve no esencial y dicen:
"he aprendido". Lo que había considerado esencial se ha vuelto no
esencial, de modo que prosiguen y prosiguen y a eso lo llaman crecimiento,
evolución, obtener más y más, discernir más y más entre lo esencial y lo no
esencial; sin embargo, no hay tal cosa como lo esencial y lo no esencial. ¿La
hay? Porque eso que hoy consideran esencial se vuelve no esencial mañana, por
lo cual ustedes desean otra cosa. Lo expondré de una manera diferente. Uno ve
algún objeto agradable, piensa que desea poseerlo y lo posee; entonces,
satisfecho, se mueve hacia otra cosa. Puede tratarse de algún anhelo emocional,
un deseo. Uno quiere esa idea, la persigue y obtiene lo que busca. Y finalmente
desea alcanzar a Dios, la verdad, la felicidad; al hombre que desea la
felicidad, la verdad, que anhela a Dios ustedes lo consideran espiritual, y al
hombre que desea un sombrero, una corbata o lo que fuere, lo llaman mundano,
materialista. Lo no esencial es el sombrero y lo esencial es Dios o la verdad.
¿Qué hemos hecho? Tan solo hemos cambiado el objeto de nuestros deseos. Hemos
dicho: “bueno, tengo suficientes sombreros, suficientes automóviles, casas y
anhelo algo diferente”, y vamos tras de eso y lo obtenemos, y entonces
terminamos con eso y queremos otra cosa; así proseguimos gradualmente hasta que
al fin deseamos algo que llamamos Dios, y entonces pensamos que hemos alcanzado
lo supremo. Todo cuanto hemos hecho es jugar con nuestros deseos, y a este
proceso de elegir continuamente ustedes lo llaman evolución. ¿Es así o no?
Deseamos hasta que hemos pasado por toda la
gama de nuestro deseo. Mientras que, si comprendiéramos el significado de cada
objeto que el deseo persigue, si comprendiéramos que no es esencial ni no
esencial, comprenderíamos el verdadero significado de ese objeto; la evolución
tendría, entonces, un sentido diferente, no este perpetuo logro, esta perpetua
ganancia, este correr todo el tiempo tras del éxito.
… A causa de que hay muchos intérpretes de
la verdad y muchos opuestos caminos, creencias y religiones, se pierde el
hombre en sus complejidades. Como la mariposa que choca contra el vidrio de la
ventana y pugna por escapar al aire libre, así luchan los hombres cuando no
tienen ni vislumbre de su meta, que es difícil de establecer, pero como está en
tinieblas le parece lejanísima. Así como el alfarero moldea la arcilla a su
arbitrio, así puede el hombre moldear su vida según el deseo de su corazón. Así
como las vasijas de alfarero pueden moldearse en formas hermosas o feas, así la
vida puede ser hermosa o repugnante según el propósito que hayáis establecido.
Quiero ayudaros a establecer la meta que buscáis y deseáis alcanzar, la meta que
aguarda a todas las gentes del mundo cualesquiera sean sus experiencias,
pensamientos y emociones. Entonces seréis capaces de guiaros por entre las
tinieblas del mundo, como el caminante se guía en noche obscura por la
situación de las estrellas.”
J. Krishnamurti
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