“… Señor, ¿qué entiende por pecado? Los
cristianos tienen un concepto del pecado que usted no tiene, pero usted sí se
siente culpable cuando tiene más dinero, cuando tiene una casa más grande que
la de otra persona al menos debería. (Risas). Cuando va en un auto confortable
y ve una cola de gente de una milla de largo esperando para tomar el autobús,
eso le produce algo. O bien tiene lo que se llama un sentimiento de culpa, o
quiere transformar algo radicalmente, no en el estúpido sentido económico, sino
en el sentido religioso, de manera que estas cosas no puedan suceder en el
mundo. O puede sentirse culpable porque se da cuenta de que tiene cierta capacidad,
una comprensión que otros no tienen. Pero extrañamente, nunca nos sentimos
culpables respecto de semejantes cosas; solo nos sentimos culpables en relación
con cosas mundanas, por tener más dinero o una posición social mejor, etc.
Ahora bien, ¿qué es este sentimiento de culpa, y cuándo se da cuenta del mismo?
¿Es una forma de lástima? La mayoría estamos ocupados con nosotros mismos, de
distintas maneras, de la mañana a la noche, y consciente o inconscientemente
nos movemos en esa corriente. Cuando hay un desafío repentino, ese movimiento
de la ocupación consigo mismo se ve alterada, y entonces nos sentimos
culpables, sentimos que estamos haciendo algo malo, o que no hemos hecho algo
bien; pero ese sentimiento sigue estando dentro de la corriente de la actividad
egocéntrica, ¿verdad? No sé si todos ustedes están siguiendo esto.
¿Por qué se siente culpable? Si está
viviendo intensamente con todo su ser, si está plenamente consciente de todo a
su alrededor y en su interior, del consciente al igual que del inconsciente,
¿dónde hay cabida para la culpa? El hombre que se siente culpable es el que
vive en fragmentos, que está dividido en su interior. Una parte de él es buena,
la otra parte es corrupta; una parte trata de ser noble, y la otra es innoble;
una parte es ambiciosa, despiadada, y la otra parte habla de paz, de amor. Esa
gente se siente culpable porque siguen estando dentro de la pauta de su propia
creación. Mientras haya actividad egocéntrica, no puede superar el sentimiento
de culpa, es imposible. Ese sentimiento solo desaparece cuando aborda la vida
de manera total, con todo su ser; es decir, cuando no hay autorrealización de
ninguna clase. Entonces descubrirá que el sentimiento de culpa no existe en
absoluto, porque no está pensando en sí mismo. No hay ninguna actividad
egocéntrica.
… Un hombre que experimenta no sabe qué va a
resultar. Esa es la belleza de la experimentación. Si sabéis qué va a resultar
de ello, no estáis experimentando. De suerte que el inconveniente de tener un
instructor, una comunidad, un ashram, consiste en que hacéis de ello vuestra
referencia, hacéis de ello vuestro refugio.
La culpa no es tanto del "gurú"
como del secuaz. Hacéis de vuestro gurú vuestra referencia, le entregáis
vuestra vida para que os diga qué habréis de hacer. Ningún hombre puede
decíroslo. Si él os dice qué habréis de hacer, él no lo sabe; un hombre que
"sabe", no sabe. No busquéis una referencia, no busquéis refugios.
Experimentad, cobrad confianza; entonces tendréis vuestra propia referencia, que
es la verdad. Entonces os daréis cuenta de que vosotros sois la comunidad,
vosotros sois vuestro propio "ashram". Donde vosotros estáis tiene
mucha importancia, pues la verdad está muy cerca de vosotros si solamente
miráis.
… Vivo pues, en ese campo, en esa estructura,
y si quiero investigar qué es la religión, qué es Dios, qué es la inmortalidad,
qué es la belleza, no puedo hacerlo. Dependo de una autoridad. Y no tengo una
base desde la cual razonar en este campo inmenso de la religión, ¿entiende
señor? Así que eso es en parte culpa de nuestra educación y en parte de nuestra
incapacidad para mirar cualquier cosa objetivamente; mirar un árbol sin toda la
jerigonza del conocimiento, sin las pantallas, los bloqueos que me impiden
mirar el árbol. Nunca miro a mi esposa, si es que tengo esposa, o a una amiga o
a quien sea, nunca los miro. Los miro a él o a ella a través de las imágenes
que tengo. Y las imágenes son cosas muertas. De modo que jamás miro una cosa
viva. Jamás miro la naturaleza con todo su prodigio, su belleza, sus formas, su
exquisitez, sino que estoy siempre interpretándola, tratando de pintarla, de
escribir sobre ella o de disfrutarla, ¿me sigue?
… Cuando vemos algo como una totalidad,
¿cómo puede haber problema alguno? Un problema solo surge cuando vemos la vida
fragmentariamente. Observen la belleza de esto. Cuando ven la vida como un
todo, entonces no hay en absoluto problema alguno. Solo una mente y un corazón
y un cerebro, divididos como fragmentos, crean problemas. El centro de esta
fragmentación es el «yo»; el «yo» es un producto del pensamiento, el cual
carece de realidad propia. El ‘yo’, el ‘mi’, ‘mi’ casa, ‘mis’ muebles, ‘mi’
amargura, ‘mi’ desilusión, ‘mi’ deseo de llegar a ser alguien... el ‘mi’ es el
producto del pensamiento; ‘mis’ apetitos sexuales, ‘mi’ rencor, ‘mi’ ansiedad,
‘mi’ culpa; el ‘mi’; el ‘yo’, que es producto del pensamiento, divide. Y ¿puede
la mente mirar sin el ‘yo’? Como no puede hacer esto, mirar la vida sin el
‘yo’, ese mismo ‘yo’ dice: «me dedicaré a Jesús, a Buda, a esto, a aquello».
¿Comprenden? «Me convertiré en comunista y así me ocuparé de la totalidad del
mundo». Cuando el «yo» se identifica con lo que considera que es lo más grande,
eso sigue siendo parte del «yo».
… El yo es el resultado de experiencias
pasadas con todo su trasunto psicológico como se ve en el siguiente texto: “El
‘yo’ es el producto del tiempo, de un millar de experiencias, un millar de
contradicciones, combates, ansiedades; el resultado del sentimiento de culpa,
del dolor, la desdicha, el placer. Es el residuo del pasado, con todos sus
temores.”
… Mi relación existe sólo en el ahora, no en
el pasado; porque si mi relación tiene raíces en el pasado, yo no estoy relacionado
ahora. De modo que la libertad es compasión, y eso adviene cuando existe la
real y profunda comprensión de que uno es el mundo y el mundo es uno. La
libertad, la compasión, el orden, la virtud, la bondad, son un hecho único y
absoluto. ¿Qué relación tiene entonces la no-bondad, que ha sido llamada el
mal, la culpa, el pecado original, qué relación tiene eso con este maravilloso
sentido de orden?”
J. Krishnamurti