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CUANDO ME COMPRENDO A MÍ MISMO, COMPRENDO AL OTRO; GRACIAS A ESA COMPRENSIÓN ADVIENE EL AMOR

 

   “… Explicaré qué entiendo por organizaciones. Tiene que haber organizaciones para el bienestar del hombre, el bienestar físico del hombre, pero no para conducirlo hacia la verdad. Porque la verdad no puede ser encontrada por intermedio de ninguna organización, de ningún sendero, de ningún método. Ayudar meramente al hombre mediante una organización a destruir sus supersticiones, sus creencias, sus dogmas, no le dará comprensión. Él sólo creará nuevas creencias en lugar de las viejas que ustedes han destruido. Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. Ustedes destruyen un conjunto de creencias y el hombre crea otro, le quitan un templo particular y él crea otro. Pero si los individuos, desde su comprensión, crean en torno de ellos inteligencia, entonces las organizaciones surgirán naturalmente. 

   Ahora empezamos primero con las organizaciones y después decimos: ¿cómo podemos vivir y ajustarnos a todas las exigencias de estas organizaciones? En otras palabras, ponemos a las organizaciones primero y a los individuos después. He visto esto en todas las sociedades; los individuos fracasan, mientras que la organización, esa cosa misteriosa en la que ustedes trabajan, se convierte en una fuerza, en un poder abrumador que los explota. Por eso siento que la libertad respecto de la superstición, de las creencias y los dogmas, puede empezar tan solo con el individuo. Si el individuo comprende la verdad, entonces, gracias a esta comprensión y a la acción que de ella emana, creará naturalmente organizaciones que no serán instrumentos de explotación. Pero si ponemos a las organizaciones en primer lugar, como lo hace la mayoría de la gente, no estamos destruyendo la superstición, sólo estamos creando sustitutos.

   … Después de todo, si uno busca la paz puede encontrarla muy fácilmente. Puede uno consagrarse ciegamente a alguna causa, a una idea, y hallar en ella un refugio. Eso, a buen seguro, no resuelve el problema. El mero aislamiento en una idea que nos encierra, no nos libra del conflicto. Debemos pues, ¿no es así?, descubrir qué es lo que cada uno de nosotros quiere tanto en lo íntimo como exteriormente. Si esto lo vemos claro no necesitaremos ir a parte alguna, recurrir a ningún instructor, a ninguna iglesia, a ninguna organización. De modo que nuestra dificultad, ¿no es así?, estriba en aclarar en nosotros mismos cuál es nuestra intención. ¿Puede haber claridad en nosotros? Y esa claridad, ¿nos viene indagando, tratando de averiguar lo que otros dicen, desde el más elevado instructor hasta el vulgar predicador de la iglesia a la vuelta de la esquina? ¿Tenéis que recurrir a alguien para descubrir? Y sin embargo, eso es lo que hacemos, ¿no es así? Leemos innumerables libros, asistimos a muchas reuniones; y discutimos, ingresamos a diversas organizaciones procurando con ello hallar un remedio al conflicto, a las miserias de nuestra vida. O si no hacemos todo eso, creemos que hemos encontrado; esto es, decimos que determinada organización, determinado instructor, determinado libro nos satisface; en eso hemos hallado todo lo que deseamos, y en eso permanecemos, cristalizados y encerrados.

   … La religión organizada, la creencia organizada y los estados totalitarios son muy similares, porque todos ellos quieren destruir al individuo por medio de la imposición, la propaganda y las diferentes formas de intimidación; la religión organizada hace exactamente eso, aunque de forma distinta. En la religión uno debe aceptar, debe creer; por eso está condicionado.

   Eso es lo que la mayoría de las organizaciones pretenden; ya sean organizaciones económicas o religiosas, buscan la acción colectiva, lo cual implica la destrucción del individuo; eso es, en última instancia lo que significa.

   … Ustedes piensan que para amar al hombre deben pertenecer a alguna nacionalidad; piensan que para amar la realidad deben pertenecer a alguna religión organizada. Puesto que no somos capaces de discernir la verdad entre las múltiples ilusiones que se agolpan en nuestra mente, nos engañamos a nosotros mismos pensando que, tanto lo falso como lo verdadero, tanto el odio como el amor, son partes esenciales de la vida. Donde hay amor no puede existir el odio. Para comprender la realidad, uno no necesita pasar por todas las experiencias de la ilusión.

   … En un mundo de vastas organizaciones, enormes movilizaciones de personas, grandes movimientos de masas, tememos actuar en pequeña escala; nos atemoriza ser personas sin importancia que limpian y despejan su propia parcela. Nos decimos: «¿Qué puedo hacer personalmente? Para poder hacer reformas debo unirme a un movimiento de masas». Por el contrario, la verdadera revolución tiene lugar no por obra de movimientos de masas, sino por medio de una revolución interna de la relación; sólo esa es una verdadera reforma, una revolución radical y constante.   

   Tememos comenzar a actuar en una escala pequeña. Debido a que el problema es tan vasto pensamos que debemos encararlo con gran cantidad de personas, con una gran organización, con movimientos de masas. Por cierto, tenemos que empezar a abordar el problema a una escala pequeña, y la escala pequeña es el «yo» y el «tú». Cuando me comprendo a mí mismo, comprendo al otro, gracias a esa comprensión adviene el amor. El amor es el factor ausente; hay falta de afecto, de calidez en la relación. A causa de que nos falta ese amor, esa ternura, esa generosidad, esa piedad en la relación, escapamos hacia la acción de masas, la cual produce más confusión, más desdicha. Llenamos nuestros corazones con planes para la reforma del mundo, y no prestamos atención a ese único factor resolutivo, que es el amor.”

    J. Krishnamurti

                
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