“… ¿Es de algún modo posible para el hombre, acostumbrado por la educación a aceptar las normas sociales y culturales, producir una revolución psicológica dentro de sí mismo?, no una mera revolución externa. ¿Es posible, de algún modo, producir una revolución psicológica inmediatamente?, no en el tiempo, no poco a poco, porque no hay tiempo cuando la casa está quemándose; ustedes no hablan entonces de apagar el fuego poco a poco, no tienen tiempo, el tiempo es una ilusión. ¿Qué es, entonces, lo que hará cambiar al hombre? ¿Qué es lo que nos hará cambiar a ustedes o a mí como seres humanos? ¿El motivo, sea este de recompensa o de castigo? Eso ya se ha intentado, las recompensas psicológicas, la promesa del cielo, el castigo del infierno; hemos tenido de eso en abundancia y, aparentemente, el hombre no ha cambiado; sigue siendo envidioso, codicioso, supersticioso, violento, temeroso, etc. El mero motivo, tanto si se da en lo externo como en lo interno, no produce un cambio radical.
… Tienen innumerables creencias, certezas,
tienen su conocimiento y no están realmente dispuestos a examinar lo que digo.
Y me parece que es una gran pérdida de tiempo, una verdadera lástima que estos
veinte años y más se hayan desperdiciado, que ustedes se encuentren exactamente
donde estaban, con solo nuevas series de creencias, nuevas series de dogmas,
nuevas series de condicionamientos. Les aseguro que mediante este proceso de
apego no pueden encontrar la verdad, la liberación, el nirvana, el cielo o como
gusten llamarlo. Esto no quiere decir que todos deben volverse indiferentes, lo
cual significaría solo que se han marchitado, sino que traten de descubrir
francamente, con honestidad y sencillez, si aquello a lo que se aferran con tan
inflexible espíritu posesivo tiene alguna significación, algún valor; para
descubrir si tiene algún valor, no puede haber deseo alguno de aferrarse a
ello.
Y cuando realmente lo consideren de ese
modo, encontrarán algo que es indescriptible. Descubrirán algo real,
perdurable, eterno. Entonces no habrá necesidad alguna de maestro y discípulo.
Habrá un mundo feliz cuando no haya ni maestros ni discípulos. En la verdadera
espiritualidad no existe la distinción entre maestro y discípulo, entre el
hombre que posee conocimientos y el hombre que no los posee. Son ustedes los
que crean la distinción porque eso es lo que buscan, distinguirse
continuamente.
… «Para la realización de la propia
felicidad y también de lo sublime, es necesario no ser impulsado por el deseo,
no estar preso en su agitación y confusión. Para tener el deseo bajo control es
esencial alguna forma de sujeción. En vez de ir a la procura de las cosas
triviales de la vida, ese mismo deseo puede ir en busca de lo sublime.» Usted
puede cambiar el objeto del deseo, de una casa al conocimiento, de lo bajo a lo
más alto, pero sigue siendo la actividad del deseo, ¿verdad? Puede que uno no
quiera reconocimiento mundano, pero el anhelo de alcanzar el cielo sigue siendo
la búsqueda de la ganancia. El deseo está siempre buscando realización, logro,
y es este movimiento del deseo lo que ha de ser comprendido y no rechazado o
sometido. Sin comprender las modalidades del deseo, el mero control del
pensamiento tiene poca importancia.
… ¿Vemos que hemos utilizado el tiempo en
sentido psicológico y que utilizar el tiempo con ese propósito es una ilusión?
Primero quiero saber si comprendemos esto con claridad. Digo que alcanzaré el
cielo, la iluminación, que finalmente, al cabo de una serie de vidas o quizá de
una sola, llegaré al nirvana, moksha, etc. Todo eso implica tiempo psicológico,
y nos preguntamos si esa clase de tiempo no es una ilusión; porque si lo es,
forma parte del pensamiento.
… No pueden ser todos Sir Richard
Tal-o-cual, de modo que quieren ser alguien en esta sociedad o en otra sociedad
o en el cielo. No ven que, si realmente reflexionaran sobre estas cosas y
fueran honestos, podrían ser un organismo extraordinariamente útil en el mundo.
Entonces podrían trabajar de verdad por el mérito intrínseco de las ideas que
ese organismo sustenta, no por alguna fantasía o por el emocionalismo de sus
líderes. Entonces examinarían cualquier idea, descubrirían su verdadera
significación, y la desarrollarían sin depender de los honores conferidos por
sus servicios, del aliciente que pudieran encontrar en el trabajo. Ese modo de
obrar conduce a la estrechez de miras, al fanatismo, a más divisiones y
crueldades y, finalmente, al caos absoluto del pensamiento.
… Para transformar el mundo debe haber
regeneración en cada uno de nosotros. Nada puede conseguirse por la violencia,
por la fácil destrucción de unos contra otros. Podemos encontrar alivio
temporal organizándonos en grupos, estudiando métodos de reformas sociales y
económicas, promulgando legislación o elevando nuestras oraciones al cielo;
pero hagamos lo que hagamos, sin el conocimiento propio y sin el amor que le es
inherente, nuestros problemas crecerán y se multiplicarán. Mientras que, si
aplicamos nuestras mentes y nuestros corazones a la tarea de conocernos a
nosotros mismos, indudablemente resolveremos nuestros numerosos conflictos y
tristezas.
… El acercamiento tradicional, como uno lo
ha observado en el mundo, concede importancia al "yo", de un modo muy
sutil pero fortalecedor, el "yo", que se va a sentar a la derecha del
Padre, lo cual es un absurdo. El "yo", que va a experimentar el
nirvana budista, la liberación hindú o el cielo cristiano, la iluminación, lo
cual no significa nada. Por lo tanto, vemos que el acercamiento ortodoxo en
realidad está manteniendo al humano en la prisión del pasado, dándole
importancia mediante su experiencia personal. La realidad no es una experiencia
"personal". No se puede experimentar personalmente la inmensidad del
mar, está ahí para que mire, no es su mar.”
J. Krisnamurti
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