“… Uno ha vivido con su
hermano o su hijo, ha tenido días dichosos con ellos, ha disfrutado junto a
ellos de muchas cosas, pero ellos han muerto. Y el recuerdo de ellos permanece.
Es ese recuerdo el que está causando dolor. Es por ese recuerdo que uno derrama
lágrimas en su soledad. ¿Es entonces posible no registrar? Esta es una pregunta
muy seria. Uno se deleitó con la salida del sol ayer en la mañana, era tan
clara, se veía tan bella entre los árboles proyectando sobre el césped una luz
dorada con largas sombras... Fue una mañana agradable, encantadora, y eso se ha
registrado. Entonces comienza la repetición. Uno ha registrado lo que ocurrió,
lo que le causó deleite, y más tarde ese registro, como el registro de un
fonógrafo o una grabadora de cinta, se repite. Esa es la esencia del tiempo
psicológico. ¿Pero es posible no registrar en absoluto? Mirar la salida del sol
hoy, concederle toda la atención, observar el movimiento de la luz dorada sobre
el césped con sus largas sombras... y no registrarlo, de modo que no quede de
ello ningún recuerdo, eso se ha ido. Mirar con toda la atención y no registrar;
la atención misma del mirar niega cualquier acción de registrar.
… Lo que nos tiene
preocupados no es la continuación de un ente espiritual, sino el saber si el
“yo” continúa, el diario “yo” con mis realizaciones, mis fracasos, mis
frustraciones, mi cuenta bancaria, mis características e idiosincrasia, mi
propiedad, mi familia, mis creencias; el saber si todo eso continuará. Eso es
lo que deseamos saber, no si el ente espiritual continúa, lo cual, como lo he
señalado, es un absurdo. Porque la realidad, el ser atemporal, no puede ser
conocido por una persona que está atrapada en la red del tiempo. Como el
pensamiento es el proceso del tiempo, como el pensamiento se basa en el pasado,
carece enteramente de sentido que el pensamiento especule sobre lo atemporal.
Se trata de una escapatoria. Aquello que es el resultado del tiempo puede tan solo
conocerse a sí mismo, puede tan solo investigarse a sí mismo.
… El tiempo es movimiento, una serie de
acontecimientos. El pensamiento es también una serie de movimientos. Así que el
tiempo es pensamiento. Decimos, por tanto, que si el espacio contiene al tiempo
no es espacio. ¿Hay, entonces, una terminación para el tiempo? Lo cual implica,
¿hay una terminación para el pensamiento? O sea, ¿hay una terminación para el
conocimiento? ¿Hay una terminación para la experiencia? Esto es libertad total.
Y esto es meditación. No sentarse y contemplar, eso es infantil. Esto no solo
exige muchísimo del intelecto, sino que requiere un gran discernimiento. El
físico, el artista, el pintor, el poeta, etc., tienen un discernimiento limitado.
Nosotros hablamos de un discernimiento intemporal. Esto es meditación, esto es
religión y este es el modo de vivir, si quieren hacerlo, por todo el resto de
sus días.
… Tiempo y pensamiento, etc. ¿Y eso qué
implica? Limitación. Si tan solo pudiéramos reconocer o ver el hecho de que el
pensamiento, en cualquier dirección, en cualquier campo: cirugía, tecnología,
computadoras y también en la investigación interna, es limitado, veríamos que
nuestra investigación también será muy, muy limitada.
… Me pregunto si
ustedes ven esto. Es bastante simple si lo observan en sí mismos. Estoy enojado,
analizo la causa y en el proceso del análisis llego a una conclusión, que es el
efecto. Y esa conclusión se vuelve la causa del efecto siguiente. Todo eso es
un movimiento del pensar que tiene lugar en el tiempo. El pensamiento es
tiempo. Y el pensamiento ha creado este condicionamiento. Toda nuestra cultura
es un resultado del pensamiento en la forma de sentimientos, reacciones
físicas, etc. De modo que el análisis no puede resolver el condicionamiento de
la mente humana.
Espero que esto sea
claro, no la exposición verbal sino la verdad de ello, el hecho real; no la
afirmación o repetición de lo que se ha declarado, que el análisis no liberará
la mente. Ello carece de valor. De modo que la mente, viendo la falsedad del
análisis, descubre la verdad de que el análisis no la libera; o sea, que
descubre la verdad en lo falso. Ahora bien, el análisis incluye no solo la
mente consciente, sino también las capas profundas del inconsciente, que
también son el resultado del tiempo. Esta división entre lo consciente y lo
inconsciente es artificial. La conciencia es un todo. Podemos dividirla,
podemos fragmentarla para someterla a un examen, pero es un movimiento total
dentro del campo del tiempo. Y el inconsciente pierde su importancia cuando uno
puede mirar la conciencia total con su contenido. ¿Comprenden? Nos miramos a
nosotros mismos fragmentariamente. Nos miramos mediante la acción del
pensamiento.
… Existe el dolor personal y el dolor del mundo, el dolor de la ignorancia y el dolor del tiempo. Esta ignorancia es la falta de conocimiento propio; y el dolor del tiempo es el engaño de que el tiempo puede curar, sanar o producir un cambio. La mayoría de la gente está atrapada en ese engaño, ya sea venerando el sufrimiento o dando explicaciones convincentes, pero en ambos casos el sufrimiento sigue y uno nunca se pregunta si puede cesar totalmente.
… Aquello que es inmortal no puede ser encajado en lo mortal, no puede ser atrapado en la red del tiempo. Solo cuando el “yo”, que es continuidad, tiempo, llega a su fin, existe ese estado que es imperecedero, inmortal. Después de todo, la muerte nos amedrenta por la fuerza de la costumbre, porque el deseo busca continuidad en la realización. Pero la realización no tiene fin, porque ella constantemente busca otras formas de realización. El deseo busca constantemente otros objetos de realización, y por lo tanto da origen a la continuidad, que es el tiempo. Pero si a cada deseo se lo comprende a medida que surge, y así él termina, entonces hay renovación. Puede que sea la renovación de un nuevo deseo, no importa. Proseguid acabando con cada deseo, poniéndole fin, y veréis que de ese terminar, de instante en instante, proviene una renovación que no es la renovación del deseo, sino la renovación de la verdad. Y la verdad no es continua, la verdad es un estado de ser que es atemporal.”
J. Krishnamurti