“… ¿Qué
significa estar relacionado con personas, con individuos, estar relacionado con
el mundo, con la naturaleza, ¿con todo lo que está ocurriendo? ¿Cómo puede uno
estar relacionado, no simplemente con su esposa o marido, sino con todo lo que
acontece en el mundo? ¿Cómo es eso posible si usted está aislado, si todo su
pensamiento, su actividad, su ocupación, sus palabras, le están aislando, que
es como decir: ¿Yo primero, y al diablo con todos los demás?
Les ruego que no olviden esta cuestión.
Pongan su mente y corazón en ver el mundo como es, no como creen que debería
ser, sino como es en realidad. Cuando ustedes lo vean claramente, el mismo acto
de ver puede darles la respuesta.
… El
pensamiento nunca puede profundizar mucho en ningún problema de relación
humana, porque es superficial y antiguo, es el resultado del pasado. El pasado
no puede contactar con algo que es totalmente nuevo; puede explicar lo nuevo,
organizarlo, hablarlo, pero la ‘palabra’ no es lo nuevo. El pensamiento es la
palabra, el símbolo, la imagen, pero, ¿existiría el pensamiento sin estos
símbolos? Hemos utilizado el pensamiento para remodelar, para cambiar la
estructura social, pero como el pensamiento forma parte del pasado, esa
estructura del nuevo modelo está basada en lo viejo. De modo que, básicamente,
el pensamiento divide, fragmenta y, haga lo que haga, será divisivo y
contradictorio.
Por más que filosófica o religiosamente
exponga la necesidad de una nueva estructura social, siempre llevará
incorporada la semilla de la destrucción, de la guerra y la violencia. El
pensamiento no es el camino hacia lo nuevo, sólo la meditación abre la puerta a
lo que es eternamente nuevo. La meditación no es un truco del pensamiento, es
ver la inutilidad del pensamiento y la limitación del intelecto. El intelecto y
el pensamiento son necesarios en la actividad de todo lo mecánico, pero el
intelecto es una percepción parcial del todo, y la meditación es ver el todo.
El intelecto puede funcionar sólo en el campo de lo conocido, por eso la vida
se convierte en una rutina monótona de la cual intentamos escaparnos por medio
de sublevaciones y revoluciones, para luego caer de nuevo en otro campo de lo
conocido. Esta modificación no es cambio en absoluto, porque es un producto del
pensamiento, que siempre pertenece a lo viejo; la meditación es desconectarse
de lo conocido. Únicamente hay una liberación, la liberación de lo conocido. Y
la belleza y el amor residen en esta liberación.
… De forma que cuando utilizamos la palabra ‘meditación’,
no nos referimos a algo que hay que practicar, no tenemos método alguno. La
meditación significa ser consciente, darse cuenta de lo que uno está haciendo,
de lo que está pensando, de lo que está sintiendo, darse cuenta sin opción
alguna, observar y aprender. Meditar significa ser consciente del propio
condicionamiento, cómo ha sido condicionado por la sociedad en la que vive, en
la que se ha educado, por la propaganda religiosa; ser consciente sin elección
alguna, sin distorsión, sin desear ser diferente. De ese darse cuenta surge la
atención, la capacidad de estar completamente atento; entonces hay libertad
para ver las cosas como realmente son; sin distorsión la mente se vuelve
lúcida, clara y sensible. Una meditación así genera una cualidad en la mente
que permanece en completo silencio. Uno puede seguir hablando de esa cualidad,
pero no tiene ningún sentido a menos que sea un hecho.
Es muy importante descubrir uno mismo lo que
realmente ‘es’, no de acuerdo con las teorías, las aseveraciones y experiencias
de psicólogos, filósofos y gurús, sino investigando toda la naturaleza y el
movimiento de uno mismo, para ver lo que realmente uno es. Parece que seamos
incapaces de comprender la enorme importancia de ver lo que somos como un
hecho, como si nos estuviéramos viendo psicológicamente en un espejo, y de ese
modo producir una transformación en la estructura de uno mismo. Cuando uno de forma
radical y profunda produce una transformación o mutación semejante, entonces
esa mutación afecta a toda la conciencia del hombre. Este es un hecho
incuestionable, una realidad. Por eso es de suma importancia provocar una
transformación radical si uno es realmente serio, si uno está preocupado por el
mundo tal como es, con toda su tremenda desdicha, confusión e inseguridad, con
todas las divisiones religiosas y nacionales, con sus guerras, con su
acumulación de armamentos, gastando sumas enormes para prepararse para la
guerra, para matar a la gente en nombre de la nación, etc.
… Al comprender pues, todas estas cosas, al comprender las causas de la guerra, de la presente catástrofe, de la presente crisis moral y social, y al ver a un tiempo las causas y los resultados, uno empieza a percibir que la función del educador consiste en crear nuevos valores, no en reducirse a implantar valores existentes en la mente del alumno, lo cual no hace más que condicionarlo, sin despertar su inteligencia. Mas cuando el propio educador no ha visto cuáles son las causas del caos presente, ¿cómo puede él crear nuevos valores?, ¿cómo puede despertar inteligencia?, ¿cómo puede impedir que la próxima generación continúe en la misma huella, que al final conducirá a un desastre aún mayor?
Entonces, por cierto, tiene importancia que el educador no se reduzca a implantar ciertos ideales y transmitir mera información, sino que consagre todo su pensamiento, todo su esmero, todo su afecto, a crear el ambiente apropiado, la atmósfera conveniente para que, cuando el niño crezca y alcance la madurez, sea capaz de habérselas con cualquier problema humano que se le plantee. La educación pues, está en íntima relación con la actual crisis mundial; y todos los educadores, al menos en Europa y América, están dándose cuenta de que la crisis es el resultado de una educación errónea. La educación sólo puede ser transformada educando al educador y no simplemente creando una nueva norma, un nuevo sistema de acción.”
J: Krishnamurti