“… En un mundo de
confusión y discordia, cuando la gente se toma vitalmente en serio sus
creencias e ideales, ¿puede haber verdadera cooperación entre grupos que creen
en cosas diferentes y trabajan por ideales distintos? Si uno de ustedes creyera
firmemente en una idea, y otro, movido por su ardiente fe obrara en sentido
opuesto, ¿podría haber tolerancia, amistad entre uno y otro? ¿O el concepto de
que cada cual debe seguir su propio camino es falso? La idea de cultivar la
hermandad y la tolerancia en medio del conflicto, ¿es imposible e hipócrita? Si
alimento fuertes creencias, convicciones y esperanzas, ¿puedo, a pesar de eso,
establecer una relación superficial de amistad y tolerancia con otro que se
opone diametralmente a mi concepción de la vida? Si puedo hacerlo, tiene que
haber un compromiso, un debilitamiento de lo que para mí es verdadero a fin de
ceder ante el otro que circunstancialmente es más poderoso que yo. Esto no hace
sino crear más confusión. El cultivo de la tolerancia es tan sólo una proeza intelectual
y, por lo tanto, carece de toda significación profunda y conduce a la
negligencia, a la pobreza del ser.
… Si examinan la
propaganda que en todo el mundo hacen las naciones, las clases, los grupos, las
sectas y los individuos, verán que, de distintas maneras, están todos decididos
a convertirlos a sus particulares puntos de vista o a sus creencias. ¿Pueden
los propagandistas rivales ser profunda y genuinamente amistosos y tolerantes?
Si uno es hindú y otro es mahometano, uno capitalista y otro socialista, ¿puede
haber entre ellos una relación profunda? ¿Acaso es posible? Es imposible. El
cultivo de la tolerancia es un proceso intelectual y, por ende, artificial y
carente de realidad. Esto no quiere decir que yo esté apoyando la persecución o
algún acto cruel por el bien de las creencias. Por favor, entiendan lo que
estoy diciendo.
… Si uno es una persona reflexiva, no un
propagandista, es inevitable que vea la superficialidad de esta jerga acerca de
la hermandad y la tolerancia, y se enfrente a la feroz batalla de las
contradictorias ideas, esperanzas y creencias. En otras palabras, debe percibir
lo real, o sea, la discordia, la confusión que hoy nos rodea. Si podemos dejar
de lado esta fácil jerigonza sobre la tolerancia y la hermandad, quizá nos sea
posible encontrar la manera de comprender la discordia. Existe una forma de
salir de este caos, pero no se encuentra en la artificial hermandad ni en la
tolerancia intelectual. Sólo mediante el recto pensar y la recta acción puede
ponerse final al conflicto de los grupos y las ideas que se oponen entre sí.
… Las organizaciones religiosas se vuelven
tan fijas y rígidas como los pensamientos de quienes pertenecen a ellas. La
vida es un cambio constante, un devenir continuo, una incesante revolución; y
debido a que una organización jamás puede ser flexible, es un impedimento para
el cambio; se vuelve retrógrada para protegerse. La búsqueda de la verdad es
individual, no un asunto de congregaciones. Para comunicarse con lo verdadero
es indispensable la soledad; no el aislamiento, sino la libertad con respecto a
toda influencia y opinión. Las organizaciones del pensamiento se vuelven,
inevitablemente, obstáculos para el pensamiento.
… Además, estamos tan
atrincherados en el prejuicio, en la tradición con sus creencias y dogmas
especiales, que repetimos dogmáticamente, sin dificultad alguna, que existen
muchos senderos hacia la verdad. Para inducir tolerancia entre las múltiples
divisiones que ocasiona el pensamiento antagónico y condicionado, los
dirigentes de los intereses organizados tratan de disimular, mediante frases
importantes, la brutalidad de la división. La afirmación misma de que existen
senderos hacia la verdad, es la negación de la verdad. ¿Cómo puede alguien
indicar un sendero hacia la verdad, si ésta no tiene morada, no puede ser
medida y no puede buscarse? Lo que se halla fijo está muerto, y hacia eso puede
haber senderos. La ignorancia crea la ilusión de muchos caminos y métodos.
… A causa de nuestro
propio pensamiento condicionado, de nuestro propio deseo de certidumbre, de
finalidad, de nuestros propios temores que crean constantemente dispositivos de
seguridad, fabricamos conceptos mecánicos artificiales de la verdad, de la
perfección. Y, habiéndolos inventado, buscamos medios y arbitrios para
conservarlos. Cada organización, grupo o secta, sabiendo que la división niega
la amistad, trata de producir unidad y hermandad artificiales. Dicen:
"Usted siga su religión y yo seguiré la mía; usted tiene su verdad y yo
tengo la mía, pero cultivemos la tolerancia". Una tolerancia así sólo
causa ilusión y desorden.
… Si uno piensa que la comprensión, el amor,
pueden serle transmitidos por otro, entonces la autoridad y la creencia se
vuelven sumamente importantes. Entonces el dogma toma el lugar de la
comprensión espontánea que se deriva de la confianza en uno mismo. Donde hay
dogma, tiene que haber estrechez de la mente y del corazón. El conflicto del
dogma, de la creencia, genera intolerancia, crueldad. La confianza en nosotros
mismos, en su profundo sentido psicológico, es negada cuando estamos buscando
promesas y recompensas compensatorias, religiosas y mundanas. Sólo cuando
confiamos por completo en nosotros, cuando somos totalmente independientes de
cualquier salvador o Maestro, existen la serenidad, la sabiduría, la realidad.
Del mismo modo, cuando para nuestro bienestar social confiamos en un grupo o
una organización en particular, nos convertimos en meros instrumentos en manos
de astutos y ambiciosos. Esto no significa que las organizaciones sociales no
deban existir, lo cual sería absurdo, sino que las verdaderas organizaciones
sociales cooperativas basadas en el acuerdo inteligente, pueden existir sólo
cuando hay una profunda confianza psicológica en nosotros mismos.
En vez de cultivar la
tolerancia, que no es sino un truco de la mente, debemos permitir el despertar
de la inteligencia, la cual no contiene recuerdos y miedos autoprotectores.”
J. Krishnamurti