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LA AUSTERIDAD NO ESTRIBA EN NINGÚN SÍMBOLO O ACTO EXTERNO

                                 

   "… La comunicación implica no sólo comprender verbalmente, sino también caminar juntos, examinar juntos, compartir juntos, crear juntos. Esto es muy importante, especialmente cuando estamos hablando del dolor, del tiempo y de la naturaleza del placer y el temor. Éstas son cuestiones muy complejas. Todo problema humano es muy complejo, y para sentirlo se requiere cierta austeridad, cierta simplicidad. Cuando usamos la palabra "austero" no queremos decir rudeza, que es el sentido que se le da corrientemente; no tiene sentido de sequedad o de disciplina y control. Queremos referirnos a la austera simplicidad que debe haber en el examen y en la comprensión del asunto que vamos a tratar. La mente tiene que ser realmente sensible. La sensibilidad implica inteligencia, la cual está más allá de la interpretación del intelecto, más allá del emocionalismo y del entusiasmo. Para examinar, escuchar, mirar y aprender acerca del tiempo, del placer, del temor y del dolor, uno ha de tener esta calidad de sensibilidad que da la inmediata percepción de algo, como verdadero o falso. Esto no es posible si el intelecto, en su actividad como pensador, divide, interpreta.

   … La austeridad no estriba en ningún símbolo o acto externo, ponerse un taparrabos o una túnica, tomar un alimento al día o llevar vida de ermitaño. Esta sencillez basada en una disciplina, aunque rigurosa, no es austeridad, es simplemente una muestra exterior alejada de una realidad interna. La austeridad es la sencillez de la soledad interior, la sencillez de una mente que está limpia de todo conflicto, que no está atrapada en el fuego del deseo, ni siquiera en el deseo de lo más elevado. 

   … ¿Por qué no sabe usted qué hacer cuando hay deseo? Le diré por qué. Porque esta rígida decisión suya aún sigue actuando. Todas las religiones nos han dicho que debemos negar el sexo, reprimirlo, porque según ellas es un desperdicio de energía, y uno debe tener energía para encontrar a Dios. Pero esta clase de austeridad, de dura represión y ajuste a una norma, ejerce una violencia brutal sobre todos nuestros más finos instintos. Este tipo de cruel austeridad es un desperdicio de energía mayor que el de la indulgencia en el sexo.

   … Tiene que haber madurez, eso que es la sazón de la vida; no la sazón que engendran la enfermedad y el alboroto de la existencia, el dolor y la esperanza. La desesperación y el esfuerzo no pueden traer consigo esta total madurez, pero ella tiene que existir sin que se la busque. Porque en esta madurez total hay austeridad. No la austeridad de las cenizas y el cilicio, sino la casual e impremeditada indiferencia hacia las cosas del mundo con sus virtudes, sus dioses, su respetabilidad, sus esperanzas y sus méritos. Esas cosas deben ser totalmente negadas para que exista esa austeridad que adviene con la madura soledad interna. Ninguna influencia de la sociedad o de la cultura puede alcanzar jamás esta soledad. Ella debe existir, pero no evocada por el cerebro que es hijo de las influencias y del tiempo. Debe llegar, como un trueno, desde ninguna parte. Y sin esa austeridad no hay total madurez. La otra soledad, ésa que es la esencia de la autocompasión y la autodefensa, de la vida aislada en mitos, conocimientos e ideas, está muy lejos de la madura soledad interna; está eternamente intentando integrar y siempre está dividiendo, separando.

   La madura soledad significa una vida en la que ha llegado a su fin toda influencia. Esta soledad interna es la esencia de la austeridad. Pero esta austeridad adviene cuando el cerebro permanece claro, no dañado por ninguna clase de heridas psicológicas causadas por el temor; el conflicto, en cualquiera de sus formas, destruye la sensibilidad del cerebro; la ambición con su crueldad despiadada, con su esfuerzo incesante por llegar, consume las sutiles capacidades del cerebro; la codicia y la envidia hacen que el cerebro se recargue de satisfacciones y rechace molesto las insatisfacciones. Tiene que haber un estado de alerta sin preferencia, una percepción lúcida en la que hayan cesado toda posesión y conformismo. El comer en exceso y la complacencia en cualquiera de sus formas embotan el cuerpo y entorpecen el cerebro.

   … La humildad no es una virtud; porque cualquier cosa que sea cultivada, disciplinada, controlada, sacada de uno mismo, es una cosa falsa; la humildad no es cosa para sembrar y cosechar, debe surgir. Y la humildad no es la subyugación de ese deseo que busca realización en el éxito. Tampoco es la humildad religiosa de los monjes, los santos, los sacerdotes, ni la producida por una austeridad cultivada. Es algo por completo diferente. Para experimentarla en realidad, creo que uno tiene que ir hasta el fin mismo, para que todos los rincones de la propia mente, todos los lugares oscuros, secretos, ocultos del propio corazón y de la mente, queden expuestos a esta humildad, empapados en ella. Y si queremos descubrir la esencia misma de la humildad, creo que tenemos que considerar qué es aprender.

   … Si han llegado hasta allí, entonces deben empezar a descubrir la naturaleza de la disciplina, de la austeridad que uno tiene, ya sea tradicionalmente o porque ha comprendido. Existe un proceso natural de austeridad, un proceso natural de disciplina que no contiene aspereza, que no se amolda, que no consiste en imitar meramente un determinado hábito placentero. Y cuando hayan hecho esto, encontrarán que hay una inteligencia que pertenece a la forma más elevada de sensibilidad. Sin esta sensibilidad, carecen ustedes de belleza.

   … Por lo tanto, la belleza está ahí cuando el `yo´ no está. Y eso requiere gran meditación, mucha investigación y un sentido tremendo de disciplina. La palabra ‘disciplina’ quiere decir ‘el discípulo que aprende del maestro’. Aprender, no disciplinar, como ocurre cuando se adaptan, cuando se ajustan, cuando imitan, sino aprender. El aprender trae su propia y extraordinaria disciplina, y la disciplina es necesaria para que haya un sentido interno de austeridad."

   J. Krishnamurti