“… Creo que la mayoría
de nosotros tiene una visión bastante amplia de lo que está sucediendo en el
mundo. Al observar los procesos históricos, la espantosa parodia de la paz, uno
se pregunta qué es todo esto. Pueblos enteros viven esclavizados, hay
corrupción y se habla de democracia; las religiones han fracasado y sólo ha
quedado la superstición. Está el peso muerto de la tradición, los innumerables
gurús, adivinos, monjes, astrólogos; está la pobreza, la degradación, la
desdicha de la existencia y también un hondo sentimiento de desesperación. De
manera que, al ver este sufrimiento, ¿cuál es nuestra respuesta a todo eso? Lo
que se necesita, según ciertas personas, no es un nuevo sistema o una nueva
filosofía, sino más bien un nuevo tipo de liderazgo, una nueva clase de
individuo que tenga inmensa autoridad, no sólo en el Estado, sino en la fuerza
de sus propios ideales. Pero, ¿necesitamos realmente nuevos líderes? Lo que
necesitamos es liberarnos de los líderes.
… No es cuestión de quién tiene el más grande poder militar. Es más bien el problema del hombre contra el hombre; es el hombre el que ha creado las ideologías y estas ideologías que el hombre ha creado están las unas contra las otras. Hasta que estas ideas, estas ideologías lleguen a su fin y cada hombre se vuelva responsable por los otros seres humanos, no podrá haber paz en el mundo.
… Para comprender el
caos y la miseria mundiales tendréis que entender vuestra propia confusión y
dolor, pues de éstos provienen los más vastos problemas del mundo. Y para
entenderos a vosotros mismos tendréis que manteneros constantemente en estado
de conciencia alerta y meditativa, lo cual hará surgir a la superficie las
causas de violencia y de odio, de codicia y ambición; estudiando dichas causas
sin identificación, el pensamiento las trascenderá. Nadie, salvo vosotros
mismos, puede conduciros a la paz. No hay más jefe ni sistema que pueda poner
término a la guerra, a la explotación y a la opresión, que vosotros mismos. Sólo
con vuestra reflexión, con vuestra compasión y con el despertar de vuestro
entendimiento, podrá establecerse la paz y la buena voluntad.
… Me encuentro en un estado de conflicto, de
desdicha, de contradicción. Soy infeliz, violento, y ansío un refugio, un
estado en el que no sufra perturbación. Acudo, por lo tanto, a diversos
maestros, guías; leo libros, practico disciplinas que prometen lo que deseo; me
reprimo, me domino, me adapto a fin de conquistar la paz. ¿Pero es eso paz? Lo
cierto es que la paz no es algo que haya que buscar, pues viene sola. Es un
derivado, no un fin en sí. Sobreviene cuando empiezo a comprender todo el
movimiento de mí mismo, mis contradicciones, deseos, ambiciones y orgullo. Pero
si hago de la paz un fin en sí, entonces vivo en un estado de estancamiento.
¿Es eso la paz?
… La paz no es una
huida del mundo, de nuestras actividades cotidianas, sino que más bien tiene
uno que descubrir lo que es aquella, mientras viva efectivamente en este mundo.
Como ser humano que vive en un mundo en confusión, contradictorio, que sufre,
¿con qué profundidad reclama uno paz? Seguramente que nuestra manera de vivir,
de conducirnos, la naturaleza de nuestras actividades diarias producirá paz de
modo espontáneo si es que la queremos. Mas, me temo que muy pocos de nosotros
la queremos; y cuando efectivamente queremos paz, lo que realmente deseamos es
seguridad, consuelo, un estado en que no se nos perturbe nada. Está claro que
no podemos seguir como estamos, con esta manera de pensar, de obrar; no es
posible que sigamos de la forma en que vamos ahora. O va a haber un terrible
estallido, o los seres humanos despertarán a una manera distinta de pensar, un
modo diferente de vivir.
… En el reino psicológico, el tiempo es el
enemigo del hombre. Queremos que la psique evolucione, crezca, se expanda, se
realice, se convierta en algo más que lo que es. Jamás ponemos en tela de
juicio la validez de tal deseo, de tal concepto; fácilmente, quizá muy
contentos, aceptamos que la psique puede evolucionar, florecer, y que un día
habrá paz y felicidad en el mundo. Pero en realidad no existe la evolución
psicológica.
… No piensen ustedes
que mediante el mero desear la paz tendrán paz, cuando en su vida de relación
son agresivos, codiciosos, y buscan la seguridad aquí o en el más allá. Tienen
que comprender la causa central del conflicto y del dolor y entonces
disolverla, no esperar a que la paz les llegue desde afuera. Pero ya lo ven, casi
todos somos indolentes. Somos demasiado perezosos para encargarnos de nosotros
mismos y comprendernos a nosotros mismos; siendo perezosos, lo cual es, en
realidad, una forma de presunción, pensamos que otras personas resolverán este
problema por nosotros y nos darán la paz, o que debemos destruir a las
aparentemente pocas personas que causan las guerras. Cuando el individuo está
en conflicto dentro de sí mismo, inevitablemente debe crear conflicto afuera;
sólo él puede originar paz en sí mismo y, por consiguiente, en el mundo, porque
él es el mundo.
… Los jóvenes se dejan persuadir muy
fácilmente por el sacerdote o por el político, por el rico o por el pobre, a
pensar de una manera determinada; pero la verdadera clase de educación debe
ayudarles a vigilar estas influencias para no repetir como loros los
estribillos partidistas, ni caer en astutas trampas de ambición, ya sea la
propia o la ajena. No deben permitir los jóvenes que la autoridad les sofoque
el corazón, la mente. Seguir a otro por grande que sea, o adherirse a una
ideología lisonjera, no ha de contribuir a la paz mundial.
… La paz no puede
alcanzarse con reformas parciales ni con simples reajustes en las viejas ideas
y supersticiones; sólo habrá paz cuando comprendamos aquello que yace más allá
de lo superficial y, por tanto, detengamos esta ola de destrucción que hemos
desatado con nuestra agresividad y nuestros miedos; solamente entonces habrá
esperanza para nuestros hijos y para la salvación del mundo.”
J. Krishnamurti