“… Dije que la relación es un proceso en el que nos revelamos a nosotros mismos. Si el pensamiento se permite a si mismo percibir, sin obstáculo alguno, su propio proceso en la acción e interacción que tiene lugar en las relaciones, eso da principio a la comprensión de las causas de conflicto y sufrimiento; esta comprensión es la verdadera confianza en uno mismo. Hasta que uno no comprende plenamente el proceso del anhelo con su miedo autodefensivo, que muy a menudo se revela en la relación con otro o con la sociedad, la autoexpresión llega a ser tan sólo una barrera que separa al hombre del hombre. Esta amplia percepción alerta requiere persistente interés y discernimiento, que constituyen la verdadera meditación.
… Si nuestro propósito es el resultado del
deseo consciente o inconsciente de exaltación propia, la ambición es necesaria
para alcanzarlo. Tal ambición, siendo expresión del anhelo de éxito personal,
debe producir una acción antisocial y sufrimiento en la relación. Uno debe
captar el significado subyacente de la ambición. La ambición es un deseo
ardiente de distinción y logro personal, el cual se vuelve cruel y competitivo
en la acción. Concedemos suma importancia a la autoexpresión, sin comprender
plena y profundamente qué es lo que se está expresando. En la sociedad moderna,
el hecho de que uno se exprese ambiciosamente a sí mismo, no se considera
antisocial e incluso recibe honores. Esta forma de ambición es condenada por
aquéllos que son ambiciosos espiritualmente; es decir, condenan el espíritu
mundano; pero, no obstante, anhelan el logro y el éxito en otras esferas. Ambas
formas de ambición son la misma cosa, ambas implican la expansión del "yo",
del sí mismo.
… De modo que, a menos que captemos el
significado de la autoexpresión, su propósito y su actividad, el mero aspirar a
un ideal llega a ser una forma de exaltación propia. A menos que veamos el
significado interno del anhelo, la mera legislación externa y las promesas
religiosas, no podrán poner freno al deseo de dominación, de poder y éxito
personal. Al tornarnos intensamente conscientes del proceso que implica el
anhelo, con sus múltiples ambiciones y búsquedas, nace no sólo la voluntad de
refrenarlo, sino también la comprensión, cuya expresión creativa no pertenece
al "yo", al sí mismo.
… Toda religión, toda sociedad y cultura se
da cuenta de que el «yo» desea expresarse; la autoexpresión es tremendamente
importante en el arte; es también muy importante en su afirmación por dominar.
Toda religión ha tratado de destruir el yo. «No se preocupe por el «yo», «ponga
a Dios en su lugar, o sustitúyalo por el Estado». Pero eso no ha tenido éxito.
El yo se ha identificado a sí mismo con Dios, no importa lo que eso sea, y así
continúa. Estamos diciendo: «Observemos ese yo en funcionamiento, aprendamos
sobre él, observémoslo, démonos cuenta de él, no lo destruyamos». No digamos:
«Tengo que deshacerme de él», o «tengo que cambiarlo», sino limitémonos a
observarlo, sin elección alguna, sin ninguna distorsión; y entonces, con ese
mismo observar y aprender, se desvanece el yo.
Las personas que se ocupan de la
autoexpresión están, en su mayoría, interesadas en ellas mismas. El artista,
famoso o no, pertenece a esa categoría. Es el ‘yo’ el autor de la
fragmentación. En ausencia del ‘yo’ hay percepción. La percepción es acción, y
eso es la belleza.
Estoy seguro que el escultor que cinceló el
Mahesha Murti de Elephanta, lo creó en su meditación. Antes de que usted haya
puesto su mano en una piedra o en un poema, el estado tiene que ser el de
meditación. La inspiración no debe provenir del ‘yo’.
… Anteayer,
cuando aquel señor preguntó cuál es la verdadera función del pensamiento,
recordaréis que hablamos sobre la respuesta de la mente al reto. Cuando la
pregunta es familiar, se produce una respuesta inmediata. Si la pregunta es un
poco más complicada, abstrusa, la respuesta tarda, y en ese espacio de tiempo
estáis pensando; es decir, buscando en la memoria y luego respondiendo, como
las computadoras, por asociación. Una pregunta aún más complicada requiere un
intervalo mayor. Ahora bien, estas tres respuestas, que el otro día llamamos
a), b) y c), todas forman parte del proceso del pensamiento, dentro del campo
de lo conocido. Dentro de ese campo podéis producir, inventar, podéis pintar
cuadros, podéis hacer las cosas más extraordinarias, incluyendo el viaje a la
Luna; pero eso no es creación. Esta eterna búsqueda de realización y
autoexpresión es por completo infantil, al menos para mí.