“… Preguntábamos,
cuando nos reunimos la última vez: «¿Cuál es la cuestión esencial en la vida?»
No sé si ustedes han examinado esto y si han pensado sobre ello. Pero, ¿cuál
creen ustedes que es el problema central en la vida humana tal como se vive en
este mundo, con todo este desorden, el caos, la desdicha, la confusión, con
personas que tratan de dominarse unas a otras, ¿etc.? Yo me pregunto cuál es
para ustedes la cuestión central, o el único reto, al que se ha de responder
cuando uno ve realmente lo que está pasando por todo el mundo, el conflicto de
varias clases, el conflicto estudiantil y político, las divisiones entre hombre
y hombre, las diferencias ideológicas por las cuales estamos dispuestos a
matarnos unos a otros, las religiosas que engendran la intolerancia; las
diversas formas de brutalidad, etc.
… Viendo todo eso
desplegado ante nosotros, en realidad, no en teoría, ¿cuál es la cuestión
central? El que habla va a señalar cuál es la cuestión central. Y les ruego que
no muestren asentimiento ni disconformidad con lo que diga. Examínenlo,
mírenlo, vean si es verdad o falso. Para descubrir lo que es verdadero, uno
tiene que mirar objetivamente, con rigor, y también con penetración. Tiene uno
que mirarlo con el interés personal que se concede cuando está uno pasando por
una crisis en su vida, cuando todo el ser se enfrenta a un reto. La cuestión
central es la completa y absoluta libertad del hombre, primero en el aspecto psicológico
o interno, y luego en el externo. No hay división alguna entre lo interno y lo
externo, pero para verlo claramente uno tiene que comprender primero la
libertad interna.
… Tenemos que descubrir si de alguna manera es posible vivir
en este mundo en libertad psicológica, sin retirarse neuróticamente a algún
monasterio, ni apartarse en una torre aislada de la propia imaginación.
Viviendo en este mundo, ese es el único reto que uno tiene, la libertad. Si no
hay libertad interior, entonces empieza el caos y surgen los innumerables
conflictos psicológicos, las oposiciones e indecisiones, la falta de claridad y
de penetración profunda que, evidentemente, se expresan en lo exterior. ¿Puede
uno vivir en este mundo libremente, sin pertenecer a ningún partido político,
ni al comunismo ni al capitalismo; sin pertenecer a ninguna religión, sin
aceptar ninguna autoridad exteriormente? Uno tiene que acatar las leyes del
país, seguir hacia la derecha o hacia la izquierda al conducir, pero la
decisión de obedecer, de consentir, viene de la libertad interna; la aceptación
de los requerimientos del mundo exterior, de la ley externa, es la aceptación
que brota de una libertad interna. Esa es la cuestión central, no otra.
… Ahora bien, habiendo establecido sus
ideales religiosos, que son en realidad sus seguridades, deben tener formas
particulares de conducta, prácticas, ceremoniales y creencias, a fin de
alcanzar esos ideales. Al tratar de llevarlas a la práctica, surge la división
en el pensamiento religioso, la cual se deriva en cismas, sectas, credos. Usted
tiene sus creencias y el otro tiene las suyas; usted se aferra a su forma particular
de religión y el otro a la suya; usted es cristiano, otro es mahometano, otro
es hindú. Así es como tienen ustedes estas discusiones y discriminaciones
religiosas; pero, no obstante, hablan de amor fraternal, de tolerancia, de
unidad; no dicen que tiene que haber uniformidad de pensamientos e ideas.
… La tolerancia de la
que hablan es tan sólo una hábil invención de la mente; esta tolerancia indica
nada más que el deseo de aferrarse a sus propias idiosincrasias, a sus propias
ideas limitadas y a sus prejuicios, permitiendo que el otro persiga los suyos.
En esta tolerancia no hay diversidad inteligente, sino sólo una especie de
superior indiferencia. Esta tolerancia contiene en sí una absoluta falsedad.
Ustedes dicen: “Continúe a su propio modo y yo continuaré al mío; pero seamos
tolerantes, fraternales”. Cuando hay verdadera fraternidad, amistad, cuando hay
amor en nuestro corazón, no hablamos de tolerancia. Sólo cuando nos sentimos
superiores en nuestra certidumbre, en nuestra posición, en nuestro conocimiento,
sólo entonces hablamos de tolerancia. Somos tolerantes sólo cuando hay
discriminación. Cuando cese la discriminación, no hablarán de tolerancia.
Entonces no hablarán de hermandad porque serán hermanos en el corazón.
… ¿Cómo puede haber una verdadera
comprensión entre las personas, cuando usted se considera a sí mismo un
neozelandés y yo me considero un hindú? ¿Cómo podemos entrar en contacto el uno
con el otro? ¿Cómo puede haber entre nosotros una relación vital, una
comprensión humana? O si nos separamos mediante ciertos rótulos y usted se
titula cristiano y yo me titulo hindú, cada cual, con ciertos prejuicios,
dogmas, credos, ¿cómo puede haber verdadera hermandad? Podemos hablar de
tolerancia, que es una invención intelectual para mantenerlo a usted donde está
y a mí mantenerme donde estoy, y tratar de ser amigables. Esto no quiere decir
que yo fomente la uniformidad; es ahora cuando hay uniformidad. Todos ustedes
pertenecen a una creencia, a una idea, a un dogma, aunque puedan variar dentro
de esa prisión pintando cada reja de un color diferente, pero es una prisión.
Ustedes quieren retener su prisión con sus decoraciones y el hindú quiere
retener su prisión con sus decoraciones, y tratan de ser fraternales; ese
intento de ser fraternales así llamado tolerancia.
… Los seres humanos
están condicionados por la propaganda, por la sociedad en que se han criado,
donde cada religión afirma que su propio sendero es el mejor. Y hay miles de
gurús que sostienen que sus métodos, su sistema, su forma de meditación es el
único sendero que conduce a la verdad. Y si uno observa, cada discípulo tolera condescendientemente
a los discípulos de otros gurús. La tolerancia es la aceptación civilizada de
una división entre las gentes, política, religiosa y social. El hombre ha
inventado muchos senderos para conveniencia de cada creyente, y de ese modo el
mundo se ha fragmentado.”
J. Krishnamurti