" ... ¿Cuáles son las causas de las guerras religiosas, políticas o económicas? Es obvio que son las creencias, no importa que sean nacionalistas, ideológicas o dogmáticas. Si en lugar de creencias tuviéramos generosidad, amor y consideración entre nosotros, no habría guerras; pero nos estimulan a base de creencias, de ideas y dogmas, por eso surge el descontento. La crisis actual es de una magnitud tremenda y nosotros, como seres humanos, o bien seguimos por el camino de constantes guerras y conflictos, que es el resultado de nuestras acciones diarias, o al ver las causas de la guerra abandonamos ese camino.
... Para que haya paz en el mundo, para que
terminen todas las guerras tiene que haber una revolución en el individuo, en
cada uno de nosotros. Cualquier revolución económica no tiene sentido sin una
revolución individual, porque el hambre es la consecuencia de un desajuste
económico generado por nuestro propio estado psicológico que se caracteriza por
la codicia, la envidia, la mala voluntad y la posesividad.
... La guerra no es más que la proyección espectacular y sangrienta de nuestra vida cotidiana. La guerra es la simple expresión externa de nuestro estado interior; una extensión de nuestra actividad diaria. Aunque sea más aparatosa, más sanguinaria y más destructiva, no deja de ser el resultado colectivo de nuestras actividades individuales. De modo que usted y yo somos los responsables de la guerra, y ¿qué podemos hacer para impedirla? Es obvio que nosotros solos no podemos impedir la guerra que claramente nos amenaza, porque ya la tenemos encima, ya se ha desencadenado, aunque por ahora sólo en el terreno psicológico; como ya está en movimiento, no se puede detener, hay demasiadas complicaciones; la suerte ya está echada. Pero nosotros, usted y yo, que vemos que la casa está en llamas, podemos comprender las causas de este incendio, podemos alejarnos y construir una nueva casa con diferentes materiales, materiales incombustibles que no generen nuevas guerras; eso es todo lo que podemos hacer. De manera que, si vemos las causas que generan las guerras y tenemos interés en terminar con ellas, entonces podemos empezar por transformarnos a nosotros mismos, la causa real de la guerra.
... Amar algo bello en un país es normal y natural, pero cuando ese amor es utilizado por los explotadores en su propio interés, se lo llama nacionalismo. El nacionalismo es avivado y se convierte en imperialismo, y entonces el pueblo más poderoso divide y explota al más débil, con la Biblia en una mano y la bayoneta en la otra. El mundo se halla dominado por el espíritu de la astuta y despiadada explotación, la cual debe venir a parar por fuerza en la guerra. Este espíritu del nacionalismo es la mayor de las estupideces. Cada individuo debe estar libre para vivir de manera plena, completa. Mientras uno trate de liberar a su propio país particular y no al hombre, tendrá que haber odios raciales, divisiones de personas y de clases. Los problemas del hombre deben ser resueltos como una totalidad, no como limitados a ciertos países o pueblos.
... Así que ya lo ve, también tenemos que
comprender este matarnos unos a otros. La civilización occidental ha hecho del
matar un arte perfecto y de la guerra una ciencia. Han enseñado esto a todo el
mundo. Probablemente los cristianos sean, después de los musulmanes, los más
grandes homicidas; creo que los verdaderos religiosos, los budistas originales,
excluían realmente el matar.
... Considere la creencia de los aviadores
durante la guerra; según ellos, tenían a Dios por compañero mientras arrojaban
las bombas. De modo que uno cree en Dios cuando mata, cuando está explotando a
la gente. Ustedes adoran a Dios y siguen despiadadamente extorsionando dinero,
apoyando al ejército... pese a lo cual afirman que creen en la piedad, en la
compasión, en la bondad …
... Desde mi punto de vista, matar es
fundamentalmente malo, como es malo explotar a otro. Casi todos ustedes se
horrorizan ante la idea de matar, pero cuando hay una provocación se levantan
en armas. Esta provocación tiene lugar por medio de la propaganda, de la
apelación a sus falsas emociones de nacionalismos, familia, honor y prestigio,
que son palabras carentes de todo significado profundo. No son sino absurdos a
los que se han acostumbrado y mediante los cuales explotan y son explotados. Si
de veras reflexionan a fondo sobre esto ayudarán a acabar con todas las causas
que generan odio, explotación, y finalmente conducen a la guerra, ya sea
ofensiva o defensiva.
... El conflicto que genera este odio se halla
dentro de uno mismo, y ése es nuestro primer problema. Si ustedes están en el
proceso de resolverlo, sabrán qué es esa tranquilidad, pero el mero hecho de
recibir sugerencias e instrucciones de otro, acerca de lo que deben hacer bajo
esta o aquella circunstancia, no trae consigo la paz. Lo que creará dentro de
nosotros una paz duradera es una gran inteligencia y una comprensión profunda,
no meras aseveraciones ni la ciega aceptación de una teoría, sino la constante
percepción alerta, el intenso cuestionamiento hecho con cuidado y delicadeza.
De modo que nuestra primera tarea es con nosotros mismos, porque el mundo es
una extensión de nosotros mismos. Tratamos de cambiar la circunferencia sin
cambiar fundamentalmente el centro, nos interesamos en la periferia sin
comprender el núcleo. Cuando hay paz en el centro, entonces existe una
posibilidad de paz en el mundo.
... La relación es el reto de cada día. Si no
sabemos cómo relacionarnos unos con otros, estamos creando condiciones que
engendran guerra. Por lo tanto, el problema del mundo es el problema de cada
uno de nosotros. Uno no es diferente del mundo. El mundo es uno mismo. Tal como
somos, así es el mundo. Podemos salvar al mundo, que somos nosotros mismos,
sólo comprendiendo la relación en nuestra vida de todos los días, no por medio
de la creencia llamada religión, o de las ideologías de izquierda o de derecha,
o de alguna reforma por amplia que pueda ser. La esperanza no está en el
experto, en la ideología o en el nuevo líder. Está en cada uno de nosotros."
J. Krishnamurti
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