“… Mientras escuchamos al que habla, si simplemente interpretamos las palabras de acuerdo con nuestro personal agrado o desagrado, sin darnos cuenta de las propias tendencias hacia la interpretación, entonces la palabra se convierte en una prisión donde infortunadamente somos atrapados muchos de nosotros. Pero si uno está alerta al sentido recto de la palabra y a lo que se sugiere detrás de ella, entonces la comunicación llega a ser posible. La comunicación implica no sólo comprender verbalmente, sino también caminar juntos, examinar juntos, compartir juntos, crear juntos. Esto es muy importante, especialmente cuando estamos hablando del dolor, del tiempo, y de la naturaleza del placer y el temor. Éstas son cuestiones muy complejas. Todo problema humano es muy complejo y para sentirlo se requiere cierta austeridad, cierta simplicidad. Cuando usamos la palabra "austero" no queremos decir rudeza, que es el sentido que se le da corrientemente, no tiene sentido de sequedad o de disciplina y control. Queremos referirnos a la austera simplicidad que debe haber en el examen y en la comprensión del asunto que vamos a tratar. La mente tiene que ser realmente sensible. La sensibilidad implica inteligencia, la cual está más allá de la interpretación del intelecto, más allá del emocionalismo y del entusiasmo.
… Con esa humildad todo se vuelve tan suave,
tan tranquilo, tan pleno de belleza. No tenemos nada de eso. Visitamos los
museos, estudiamos las pinturas y hemos perdido la delicadeza, la sensibilidad
de la mente, del corazón, del cuerpo. ¿Cómo podemos saber qué es la belleza
cuando hemos perdido esta sensibilidad? Y cuando carecemos de sensibilidad
acudimos a algún lugar para aprender a ser sensibles. Vamos a un seminario, a
un ashram o a alguna corrupta cueva donde aprendemos a ser sensibles. Se vuelve
algo muy desagradable. Por lo tanto, como usted es un profesor o maestro, ¿cómo
puede educar a los estudiantes para que posean esta cualidad? Esto llega a ser
muy, muy importante. Uno tiene que preguntarse, entonces: ¿Para qué estamos
educando? ¿Para qué nos educan? Todos están siendo educados. En Norteamérica
probablemente el noventa por ciento de las personas recibe educación, sabe cómo
leer y escribir y demás. Pero, ¿para qué?
… Los científicos, los políticos, los
educadores y las autoridades religiosas son todos ellos responsables; en cambio
yo no sé nada sobre responsabilidad, yo me limito a seguirles. Esta es la
actitud general en todo el mundo, hacer de uno mismo un ser irresponsable; me
vuelvo irresponsable al delegar mi responsabilidad en otro. Y lo que en este
momento decimos es que usted es el único responsable, puesto que usted es el
mundo y el mundo es usted. Usted ha creado este desastre y sólo usted puede
hacer que haya claridad; luego la total, la entera responsabilidad es de usted
y de nadie más. Ahora bien, esto significa que debe usted ser una luz para sí
mismo, no caminar a la luz de un profesor, de un analista o psicólogo, ni a la
luz de Jesús o de Buda; debe ser usted su propia luz en un mundo que va
sumiéndose en la oscuridad absoluta. Y para ello tiene usted que ser
responsable.
… Decimos: «¿Cómo puedo prestar atención si
soy perezoso?» No importa si es perezoso, esté totalmente atento a la pereza,
esté por completo atento a la inatención, entonces cuando se dé cuenta de que
está totalmente atento a la inatención estará en estado de atención. Debido a
que no comprendemos la extraordinaria naturaleza de la muerte, nosotros, la
gente culta, los intelectuales, convertimos la vida en algo que no tiene ningún
significado, la vida pierde todo su sentido. Así, ¿tiene la vida algún
significado?
… Si usted ha leído este libro toda una hora
atentamente, eso es meditación. Si sólo se ha quedado con unas cuantas palabras
y ha reunido algunas ideas para pensar en ellas más tarde, entonces eso ya no
es meditación. La meditación es un estado de la mente que mira todas las cosas
con atención completa, totalmente, no sólo en partes. Y nadie puede enseñarle
cómo estar atento. Si lo aprende de algún sistema usted estará atento al
sistema, pero eso no es atención. Supongamos que uno es envidioso, que siente
envidia de otro que es muy hábil, brillante, inteligente, sensible, que ve y
goza la belleza de la tierra y la gloria del cielo, mientras que para uno eso
no significa nada. Uno quiere ser como él. De modo que empieza a imitarlo,
imita su manera de caminar, de mirar, de sonreír; sin embargo, uno sigue siendo
codicioso. Aunque nos hayan educado desde la infancia para que no seamos
codiciosos, no hemos comprendido que ese ‘no’, es meramente el opuesto de lo
que somos. Nos han educado, nos han condicionado, los libros que nos han hecho
leer dicen que la dualidad existe y hemos aceptado eso. Es muy difícil romper
ese condicionamiento que desde la infancia nos impide comprender este hecho tan
simple, que sólo existe ‘lo que es’.
… La
verdad es una cosa extraña, cuanto más la perseguís, más os eludirá. No podéis
capturarla por ningún medio, por muy sutil y astuto que sea, no podéis
retenerla en la red de vuestro pensamiento. Comprended esto y dejad que todo
siga su marcha. En el viaje de la vida y de la muerte, tenéis que caminar solo;
en este viaje no puede uno confortarse en el conocimiento, en la experiencia,
en los recuerdos. La mente debe depurarse de todas las cosas que ha reunido en
su ansia de seguridad, sus dioses y virtudes deben ser devueltos a la sociedad
que los engendró. Tiene que haber soledad completa, no contaminada.
… Caminar solo, no estorbado por el
pensamiento, por el rastro de nuestros deseos, es ir más allá de los límites de
la mente. Es la mente la que aísla, separa y destruye la comunión. La mente no
puede hacerse plena, no puede hacerse completa, porque ese esfuerzo mismo es un
proceso de aislamiento, es parte de la soledad que nada puede encubrir. La
mente es el producto de los muchos, y lo que es compuesto nunca puede estar
solo. La verdadera soledad no es el resultado del pensamiento. Únicamente
cuando el pensamiento está completamente en calma existe el vuelo de lo solo
hacia lo único.”
J. Krishnamurti
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