“… Los
gigantescos edificios que construimos, las grandiosas catedrales, todo son
indicios de esa sensación de poderío. Me pregunto si han visto esas inmensas
construcciones, observado cuál es su reacción al verlas. Puede que tengan
cierta belleza, pero para mí la belleza es algo enteramente distinto, para que
haya belleza debe haber austeridad, soltarlo todo; no es posible soltar si
existe la menor ambición, que se expresa a sí misma como un logro personal.
Cuando hay austeridad también hay sencillez,
y solo la mente que es sencilla puede soltar lo que ella es; de este soltar
nace el amor, ese estado que es belleza, pero somos totalmente inconscientes de
esto. Nuestra civilización, nuestra cultura se basa en la arrogancia, en la
sensación de logro; una sociedad que nos enfrenta unos a otros, compitiendo
violentamente para alcanzar una meta, para acaparar, para dominar, para llegar
a ser alguien. Todos estos son hechos psicológicos evidentes.
… Para los más de nosotros, la belleza es un estímulo, una reacción. Dependemos de un estímulo que nos haga sentir la belleza o verla. Decimos: «Qué encantadora puesta de sol», o «qué bello edificio». Pero existe una belleza que no es estímulo en absoluto, que no es resultado de un estimulante, y esa belleza no puede existir sin gran sencillez. La sencillez no es cuestión de lo mucho o lo poco que uno tenga, sino que sobreviene cuando existe la claridad del autoconocerse, del aprender sobre uno mismo; y esta sencillez es la naturaleza de la humildad, que es austeridad.
La mente sencilla es austera. ¿Sabéis lo que
significa ser austero? Se entiende en general por mente austera la que es
duramente disciplinada, sometida a control, reprimida, una mente que se ajusta
sin piedad a un modelo. Pero una mente así no es sencilla ni austera, realmente
está asustada, y por estarlo, se ajusta. Su conformidad se llama austeridad,
mas nosotros hablamos de una austeridad en la cual no hay ajuste de ninguna
clase, en absoluto.
Utilizamos la palabra «austera», no en el
sentido de estar disciplinada con arreglo a un modelo, sino en el sentido de
percibir todas las implicaciones del placer y de la imagen o el centro. Esa
percepción misma produce una disciplina espontánea, que es la austeridad de que
estoy hablando. No podéis ser austero sin ser apasionado. Ya sabéis, los más de
nosotros traducimos la pasión como sensualismo o hablamos de tener pasión por
el trabajo, por expresarse, por llegar a ser algo. Mas yo utilizo la palabra en
el sentido de intensidad. Hay una acumulación de energía en uno mismo, que
llega a ser enormemente intensa y eso es pasión. Sin esta pasión no hay
austeridad ni, por tanto, sencillez.
… La austeridad no es mera negación, el
tener solo pocas cosas, el dominarse; cosas todas que son demasiado pequeñas y
mezquinas. La austeridad viene por el autoabandono y con este hay pasión y, por
lo tanto, hay belleza. No la belleza concebida por el hombre, no la que crea el
artista, aunque no digo que no haya belleza en eso. Mas yo hablo de una belleza
que está más allá del pensamiento y del sentimiento. Y eso solo puede existir
cuando hay alta sensibilidad del cerebro, así como del cuerpo y de la mente. Y
no puede haber sensibilidad de esa naturaleza y calidad cuando no hay completo
abandono, cuando el cerebro no se entrega por completo a la totalidad que la
mente ve. Entonces hay pasión.
… Ustedes conocen la palabra pasión. Esa palabra
significa muy a menudo sufrimiento; los cristianos la han utilizado para
simbolizar ciertas formas de sufrimiento. En modo alguno estamos usando la
palabra pasión en ese sentido. En este estado de negación completa, existe la
forma más elevada de pasión. Esa pasión implica olvido de sí mismo. Para ese
completo olvido de uno mismo, tiene que haber una tremenda austeridad,
austeridad que no es la aspereza angustiosa de los monjes, de los santos que se
han infligido torturas, que se han vuelto austeros porque han embrutecido sus
mentes. La austeridad es realmente una sencillez extraordinaria, no en las
ropas, no en la comida, sino en lo interno. Esta austeridad, esta pasión, es la
forma más elevada de la negación total.
…. La observación, la percepción alerta de
cada pensamiento, de cada sentimiento, sin refrenarlos, sin controlarlos, sino
observándolos como observamos un pájaro que vuela, sin introducir en tal
observación los propios prejuicios y distorsiones; ese observar da origen a un
extraordinario sentido de austeridad que está mucho más allá de toda
restricción, de tanto engañarnos a nosotros mismos y de toda esta idea del
mejoramiento propio, de la propia realización personal. Todo eso es más bien
infantil. En este observar existe una gran libertad y en ella reside el sentido
de dignidad que hay en la austeridad. Pero si uno dijera todo esto a un moderno
grupo de estudiantes o niños, ellos probablemente mirarían hacia afuera por la
ventana llenos de aburrimiento, porque este mundo sólo está dispuesto a la
persecución del propio placer.
… Cuando predomina la industria del
entretenimiento, tal como gradualmente lo está haciendo en la actualidad; cuando
los jóvenes, los estudiantes, los niños son constantemente instigados al
placer, a la fantasía, a la sensualidad romántica, las palabras «moderación» y
«austeridad» se dejan a un lado y ni siquiera se les dedica nunca un solo
pensamiento. La austeridad de los monjes, de los sanyasis que renuncian al
mundo, que visten sus cuerpos con alguna clase de uniforme o simplemente con un
pedazo de tela, su renuncia al mundo material ciertamente no es austeridad. Es
probable que usted ni siquiera escuche esto, que no preste atención a las
implicaciones que tiene la austeridad. Cuando desde la infancia se nos ha
enseñado a divertirnos y a evadirnos de nosotros mismos mediante los
entretenimientos, religiosos o de otra índole, y cuando la mayoría de los
psicólogos dicen que debemos expresar todo cuanto sentimos, y que cualquier
forma de abstinencia o restricción es nociva y conduce a diversas clases de
neurosis, es natural que entremos cada vez más en el mundo del deporte, de la
diversión y del entretenimiento, todo lo cual nos ayuda a escapar de nosotros
mismos, de lo que somos.”
J. Krishnamurti
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