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AMAR ES ESTAR EN COMUNIÓN CON ALGUIEN. EL AMOR ES ALGO GOZOSO, CREATIVO, NUEVO

 

   “Investiguemos el problema, no la respuesta, porque la respuesta está en el problema, no fuera de él. Cuanto más comprendo el problema, más claramente veo la respuesta. Si solo buscan una respuesta no la hallarán, pues habrán buscado una respuesta alejada del problema. Consideremos el matrimonio, pero no teóricamente o como un ideal, lo cual sería más bien absurdo. No idealicemos el matrimonio, mirémoslo tal cual es, porque entonces podremos hacer algo al respecto. Si lo pintan color de rosa no podrán actuar; pero si lo consideran y lo ven exactamente como es, entonces tal vez puedan actuar. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente ocurre? Cuando uno es joven el impulso biológico o sexual es muy fuerte, y para delimitarlo tienen la institución llamada matrimonio. Como el impulso biológico existe por ambas partes, se casan y tienen hijos. Se atan a un hombre o a una mujer por el resto de sus vidas, y haciendo eso tienen una fuente permanente de placer, una seguridad garantizada, con el resultado de que empiezan a desintegrarse. Viven en un ciclo de hábito, y el hábito es desintegración. Para comprender este impulso biológico, sexual, se requiere gran dosis de inteligencia, pero no se nos educa para ser inteligentes.

   Nos limitamos a soportar a un hombre o a una mujer con quien tenemos que vivir. Me caso a los veinte o a los veinticinco años y tengo que pasar el resto de mi vida con una mujer a la que no he conocido. No tengo la menor idea de cómo es y, sin embargo, me piden que viva con ella por el resto de mis días. ¿A eso le llaman matrimonio? A medida que crezco y observo, encuentro que ella es completamente diferente de mí. Sus intereses difieren de los míos; le interesan los clubes, y a mí me interesa ser muy serio, o viceversa. A pesar de lo cual tenemos hijos, y eso es lo más extraordinario. Señores, no se sonrían mirando a las señoras, es problema de ustedes. De forma que he establecido una relación cuyo significado desconozco. No lo he descubierto ni lo he comprendido.

   La relación matrimonial tiene significado solo para un número muy reducido de personas que aman, y entonces es indestructible, no es mero hábito o conveniencia, ni se basa en la necesidad biológica o sexual. En ese amor, que es incondicional, las identidades se fusionan, y en una relación así hay remedio, hay esperanza. Mas para la mayoría de ustedes, en la relación matrimonial no hay fusión. Para fusionar las entidades separadas es preciso que usted se conozca a sí mismo, y ella tiene que conocerse a sí misma. Eso significa amar. Pero no hay amor, lo cual es un hecho evidente. El amor es lozano, nuevo, no es mera satisfacción, mero hábito. Es incondicional. A su esposo o esposa no les tratan de ese modo, ¿verdad? Usted vive en su aislamiento y ella en el suyo, y han establecido sus hábitos de placer sexual asegurado. ¿Qué le ocurre a un hombre que tiene una renta asegurada? Se deteriora, por supuesto. ¿No lo han advertido? Observen a un hombre que tiene unos ingresos asegurados y pronto verán con cuánta rapidez su mente se marchita. Puede que tenga una gran posición, la reputación de ser astuto, pero ha perdido la plena alegría de vivir.

   De modo análogo, para ustedes el matrimonio es una fuente permanente de placer, un hábito sin comprensión, sin amor, y se ven obligados a vivir en ese estado. No les estoy diciendo lo que deberían hacer, sino que consideren primero el problema. ¿Creen que eso está bien? Lo que no significa que deba echar a su esposa y buscarse otra. ¿Qué significa esta relación? Me parece evidente que amar es estar en comunión con alguien, ¿pero está en comunión con su esposa, excepto físicamente? ¿La conoce, salvo en el sentido físico? ¿Lo conoce ella a usted? ¿No están ambos aislados, cada cual, persiguiendo sus propios intereses, ambiciones y necesidades, esperando obtener el uno de la otra satisfacción, seguridad económica o psicológica? Una relación semejante no es en absoluto una relación; es un proceso de aislamiento mutuo por necesidad psicológica, biológica y económica, y el resultado evidente es conflicto, desdicha, recriminación, temor posesivo, celos, etc. ¿Creen que semejante relación pueda producir otra cosa que inquietantes criaturas y una peligrosa civilización?

   Lo importante, por lo tanto, es ver todo el proceso no como algo desagradable, sino como un hecho real que ocurre bajo sus propias narices; y al darse cuenta de eso, ¿qué van a hacer? No pueden quedarse ahí, pero como no desean examinarlo, se dedican a la bebida, a la política, a una mujer de al lado, a cualquier cosa que los aleje del hogar y de esa esposa o esposo recriminatorios, y de ese modo creen haber resuelto el problema. Esa es su vida, ¿no es así? Por consiguiente, tienen que hacer algo al respecto, lo que significa que tienen que hacerle frente, y eso implica, si fuera necesario, romper la relación. Porque cuando un padre y una madre están constantemente recriminándose y peleándose, ¿creen que eso no afecta a los niños? 

   De modo que el matrimonio como hábito, como cultivo del placer habitual, es un factor de deterioro. Porque en el hábito no hay amor. El amor no es hábito, el amor es algo gozoso, creativo, nuevo. El hábito, por lo tanto, es lo contrario del amor, pero están atrapados en el hábito y, naturalmente, su relación habitual con otra persona es algo muerto. O sea, que volvemos nuevamente al problema fundamental, y es que la reforma de la sociedad depende de ustedes, no de la legislación. La legislación solo puede contribuir a crear más hábito o conformismo. Ustedes, por consiguiente, como individuos responsables en la vida de relación, tienen que hacer algo, tienen que actuar y solo pueden hacerlo cuando se produce un despertar de su mente y corazón. Veo que algunos mueven afirmativamente la cabeza en señal de acuerdo conmigo, pero lo que está claro es que no quieren asumir la responsabilidad de la transformación, del cambio, no quieren hacer frente a la convulsión de descubrir cómo vivir rectamente. Y, por lo tanto, el problema continúa, se pelean y van tirando, y finalmente mueren; y cuando mueren, alguien llora, no por la otra persona, sino por su propia soledad. Continúan existiendo sin cambio y creen que son seres humanos capaces de legislar, de ocupar altos cargos, de hablar acerca de Dios, de hallar un modo de poner fin a las guerras, etc. Ninguna de esas cosas significa nada, porque no han resuelto ninguna de las cuestiones fundamentales.”

   J. Krishnamurti

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