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¿PODEMOS, COMO INDIVIDUOS, PONER FIN DENTRO DE NOSOTROS MISMOS A LAS CAUSAS DE LA GUERRA?

    DIÁLOGO: JUEVES, 19 de OCTUBRE                      c/Silva            Hora 18:00

                  Contacto:  angel2vv@hotmail.com

    “… Por favor, escuchen; estamos dispuestos a matarnos unos a otros por una palabra, una idea, una imagen. El hombre no ha resuelto el problema de la guerra. La primera mujer o el padre, probablemente, lloraron en la primera batalla; nosotros seguimos llorando. 

   … La guerra es una de las mayores catástrofes, lo más mezquino es matar a otro. Cuando admitimos algo tan bajo en nuestro corazón, nos permitimos olvidarnos de los desastres menores. No condenamos la guerra por sí misma, sino a quien se comporta cruelmente en ella. Somos responsables de la guerra, la hemos producido a través de nuestras acciones codiciosas de todos los días, a través de una pasión enfermiza. Cada uno de nosotros ha contribuido a esta civilización competitiva y despiadada en la que el hombre se enfrenta con el hombre. Queremos cortar de raíz las causas de la guerra, de la barbarie de los demás, mientras que al mismo tiempo nos complacemos en ellas. Esto conduce a la hipocresía y a guerras futuras.

   … Es posible que no seamos capaces de evitar la Tercera Guerra Mundial, pero podemos liberar nuestro corazón y nuestra mente de la violencia y de las causas que provocan enemistad e impiden el amor. De esa manera, habrá en este mundo personas puras de mente y corazón, a partir de las cuales tal vez pueda generarse la semilla de una verdadera cultura.

   … Han existido guerras religiosas, a las que se ha considerado como guerras justas. ¿Cómo puede haber una guerra justa? ¿Cómo puede ser justo matar a una persona? Nuestra vida de odio, de competencia, de antagonismo, de ambición, de búsqueda de poder, de posición y de prestigio genera la guerra. Y la guerra, que es violencia, es la verdadera esencia del desorden.

   … ¿No es necesario que cada uno sepa por sí mismo cuáles son los rectos medios de vida? Si somos avaros, envidiosos, si buscamos el poder, entonces nuestros medios de vida corresponderán a nuestros requerimientos internos y, por consiguiente, producirán un mundo de competencia, crueldad y opresión que finalmente termina en la guerra.

   … La guerra es una proyección espectacular y sangrienta de nuestro vivir cotidiano. Fomentamos la guerra con nuestra manera de vivir, y sin una transformación interna en cada uno de nosotros, sin duda, seguirán existiendo los antagonismos raciales y nacionales, las infantiles disputas a causa de nuestras ideologías, la multiplicación de los soldados, los saludos a la bandera, y todas las numerosas brutalidades que contribuyen a crear la matanza organizada.

   … Mientras la humanidad siga dividida por la religión, por las sectas, los credos, las clases, las nacionalidades, tendrá que haber guerra, explotación, sufrimiento. Solo cuando la mente comienza a liberarse de estas limitaciones, solo cuando la mente se derrama en el corazón hay verdadera inteligencia, la cual es la única solución perdurable para las crueldades bárbaras de esta civilización.

   … ¿Podemos, como individuos, poner fin dentro de nosotros mismos a las causas de la guerra? Una de las causas es, obviamente, la creencia; nuestra propia división como hindúes, budistas, cristianos, comunistas o capitalistas. ¿Podemos desechar todo eso? 

   … De suerte que, si echamos una mirada a nuestra vida y observamos nuestra vida de relación, vemos que ella es un proceso de erigir resistencias contra los demás, muros por encima de los cuales miramos y observamos al prójimo, y ese muro siempre lo retenemos y detrás de él permanecemos, ya se trate de un muro psicológico, material, económico o nacional. Mientras vivimos en aislamiento, detrás de un muro, no existe la convivencia con los demás, y vivimos encerrados porque resulta mucho más satisfactorio y creemos que es mucho más seguro. El mundo está tan desgarrado, hay tanto dolor, tanta pesadumbre, guerra, destrucción y miseria, que deseamos escapar y vivir dentro de los muros de seguridad de nuestro propio ser psicológico. De suerte que, para la mayoría de nosotros, la vida de relación es en realidad un proceso de aislamiento; y es obvio que tal relación construye una sociedad que es también aisladora. Eso, exactamente, es lo que ocurre a través del mundo; permanecéis en vuestro aislamiento y extendéis la mano por sobre el muro, llamando a eso nacionalismo, fraternidad o lo que os plazca, pero lo cierto es que los gobiernos soberanos y los ejércitos continúan. Es decir, aferrándoos a vuestras propias limitaciones, creéis que podéis establecer la unidad mundial, la paz del mundo, y ello es imposible. Mientras haya una frontera nacional, económica, religiosa o social es un hecho evidente que no puede haber paz en el mundo. 

   … Lo que causa la guerra, evidentemente, es el deseo de poder, de posición, de prestigio, de dinero, como asimismo la enfermedad llamada nacionalismo, el culto de una bandera; y la enfermedad de la religión organizada, el culto de un dogma. Todo eso es causa de guerra; y si vosotros como individuos pertenecéis a cualquiera de las religiones organizadas, si sois codiciosos de poder, si sois envidiosos, forzosamente produciréis una sociedad que acabará en la destrucción. Nuevamente ello depende de vosotros y no de los dirigentes, no de los llamados hombres de Estado, ni de ninguno de los otros. Depende de vosotros y de mí, pero no parece darnos cuenta de ello. Si por una vez sintiéramos realmente la responsabilidad de nuestros propios actos, cuán pronto podríamos poner fin a todas estas guerras, a toda esta miseria aterradora. Pero, como veis, somos indiferentes. 

   … Vemos que la explicación de la guerra no detiene la guerra; hay innumerables historiadores, teólogos y gente religiosa que explican la guerra y cómo ella se origina, pero las guerras han de continuar, tal vez más destructivas que nunca. Aquellos de nosotros que somos realmente serios debemos ir más allá de la palabra, debemos buscar esta revolución fundamental dentro de nosotros mismos; ese es el único remedio que puede producir una duradera y fundamental redención del género humano.”

   J. Krishnamurti

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