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LO QUE DE VERDAD TRAERÁ PAZ ES LA TRANSFORMACIÓN INTERNA, LA CUAL DIRIGIRÁ NUESTRA ACCIÓN EXTERNA

             

   “… Tener confianza en los gobiernos, buscar en las organizaciones y autoridades la paz que debe empezar por la comprensión de nosotros mismos, es crear nuevos y más complicados conflictos; y no puede haber felicidad duradera mientras aceptemos un orden social en el que hay lucha sin fin y antagonismo entre los hombres. Si queremos cambiar las condiciones existentes, tenemos que empezar por transformarnos nosotros mismos, lo cual significa que debemos comprender nuestras acciones, pensamientos y sentimientos en la vida diaria.

   Con nuestras ambiciones, nuestros nacionalismos, nuestra diplomacia, nuestras mentiras, constantemente exacerbamos los horrores de la guerra y, cansados de todo eso, queremos paz. Queremos encontrar en alguna parte cierto estado de tranquilidad, de dicha; por eso nos inventamos un Dios, un salvador o un nuevo mundo que nos dará esa paz que anhelamos, siempre que hagamos o creamos en ciertas cosas. Sin embargo, por mucho que una mente condicionada quiera la paz, sólo genera su propia destrucción; eso es lo que realmente está sucediendo en el mundo. Todos los políticos, ya sean de derechas o de izquierdas, utilizan la palabra «paz», pero eso no tiene ningún valor. Estoy hablando de algo que está mucho más allá de todo eso.

   … Para que haya paz en el mundo, para que terminen todas las guerras tiene que haber una revolución en el individuo, en cada uno de nosotros. Cualquier revolución económica no tiene sentido sin una revolución individual, porque el hambre es la consecuencia de un desajuste económico generado por nuestro propio estado psicológico que se caracteriza por la codicia, la envidia, la mala voluntad y la posesividad. Para poner fin al sufrimiento, al hambre, a las guerras, tiene que darse una revolución psicológica, y muy pocos están dispuestos a ello; preferimos hablar de paz, proponer planes legislativos, crear nuevas alianzas, establecer las Naciones Unidas, etc.; pero no logramos la paz porque no queremos renunciar a nuestra posición, nuestra autoridad, nuestro dinero, nuestras posesiones, nuestras vidas sin sentido. El simple hecho de confiar en otro es por completo inútil; nadie puede darnos la paz, ningún dirigente, ningún gobierno, ningún ejército, ninguna patria puede darnos la paz. Lo que de verdad traerá paz es la transformación interna, la cual dirigirá nuestra acción externa. Sin embargo, transformación interna no significa aislamiento, no implica dejar de lado la acción externa; todo lo contrario, solo puede haber una acción correcta cuando hay un recto pensar, y sin conocimiento propio no puede haber recto pensar; sin conocimiento propio la paz es imposible.

   … Pero si estamos constantemente agarrotando a los demás, si somos incapaces de lograr la paz y el orden en el mundo, cambiando profundamente nuestra manera de ser, ¿de qué valen los libros sagrados y los mitos de las varias religiones?

   … La paz no se alcanza por medio de ninguna ideología; no depende de ninguna legislación; solo vendrá cuando nosotros, como individuos, comencemos a entender nuestros propios procesos psicológicos. Si evitamos la responsabilidad de actuar como individuos y esperamos que algún nuevo sistema establezca la paz, nos convertiremos simplemente en esclavos de este sistema.

   … Se ha esforzado toda su vida. Si tiene dinero acude al psicoanalista; si no lo tiene acude a un sacerdote, o si no hace ninguna de esas cosas, se vigila a sí mismo, se controla, se disciplina, hace esto o aquello, hace diez cosas diferentes. A pesar de todos sus esfuerzos, no hay florecer, belleza, libertad, paz; se encuentra en un callejón sin salida. Los que lo han investigado saben que es así. Por tanto, ¿qué puede producir un cambio? ¿Cómo responde esa pregunta? Sería muy valioso que cada uno respondiera a esa pregunta por sí mismo, que la contestara y no esperara a que otro lo hiciese. Si esperan a que otro la conteste no aprenderán. Como dije, estamos haciendo el viaje juntos; no hay ni maestro ni discípulo, no hay ninguna autoridad, lo único que existe es la interioridad, la soledad de su propia indagación y descubrimiento. Si uno lo descubre por sí mismo, entonces, de ese descubrimiento nace una nueva energía, un nuevo resurgir. Pero si uno espera simplemente a que otro la responda, estará de vuelta en la vieja rutina que tan poco valor tiene.

   … Sin la comprensión de nosotros mismos, la mera ocupación nos lleva a la frustración, con sus inevitables evasiones a través de toda clase de actividades perjudiciales. La técnica sin la verdadera comprensión conduce a la enemistad y a la crueldad, las cuales tratamos de enmascarar con frases agradables al oído. ¿De qué vale recalcar la técnica y convertirse en seres eficientes si el resultado es la mutua destrucción? Nuestro progreso técnico es fantástico, pero solo ha logrado aumentar nuestro poder para destruirnos los unos a los otros, y hay hambre y miseria en todas las regiones de la Tierra. No somos felices ni tenemos paz. 

   … Para ayudar a otro, usted debe conocerse a sí mismo. El otro, igual que usted, es producto del pasado. Estamos todos relacionados unos con otros. Si usted está internamente enfermo de ignorancia, mala voluntad y pasiones, difundirá inevitablemente enfermedad y tinieblas. Si está internamente sano, si es íntegro, difundirá luz y paz; de lo contrario, contribuirá a producir un caos mayor y mayores desdichas. Comprendernos a nosotros mismos requiere paciencia, un estado de tolerante percepción alerta; el "yo" es una obra de muchos volúmenes que uno no puede leer en un día, pero una vez que se comienza a leerla, es preciso leer cada palabra, cada frase, cada párrafo, porque en ello están las insinuaciones de lo total. El comienzo de la obra es el final. Si uno sabe cómo leer, encontrará allí la suprema sabiduría.

   … El individuo es de primordial importancia, no el sistema; y mientras el individuo no comprenda el proceso total de su propia existencia, no hay sistema, sea de derecha o de izquierda, que pueda traer orden y paz al mundo.”

    J. Krishnamurti

                
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