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EL INTELECTO NO ES EL CAMINO, NO RESOLVERÁ NUESTROS PROBLEMAS; EL INTELECTO NO NOS NUTRIRÁ CON AQUELLO QUE ES IMPERECEDERO

 

  “… Ahora me está usted escuchando, no hace un esfuerzo para prestar atención, sólo está escuchando; y si en lo que escucha hay verdad hallará que dentro de usted ocurre un cambio notable, un cambio no premeditado ni ansiado; tiene lugar una transformación, una revolución completa en la que rige solo la verdad y no las creaciones de su mente. Y si me permite sugerirlo, usted debe escuchar de esa manera todo, no solo lo que estoy diciendo, sino también lo que dicen otras personas, escuchar a los pájaros, el silbato de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrará que cuanto más lo escucha todo mayor es el silencio, y ese silencio no es roto, entonces, por el ruido. Sólo cuando ofrece resistencia a algo, cuando coloca una barrera entre usted mismo y aquello que no desea escuchar, sólo entonces existe una lucha. 

   … El intelecto no es el camino, no resolverá nuestros problemas; el intelecto no nos nutrirá con aquello que es imperecedero. El intelecto puede razonar, discutir, analizar, partir de inferencias para llegar a una conclusión, etc., pero el intelecto es limitado porque es el producto de nuestro condicionamiento. Pero la sensibilidad no lo es. La sensibilidad no está condicionada, lo saca a uno directamente fuera del campo de los temores y las ansiedades...  Empleamos nuestros días y nuestros años en cultivar el intelecto, en argumentar, discutir, pelear, luchar por ser «alguien», etc., a pesar de este mundo extraordinariamente maravilloso y de esta Tierra tan rica, no la tierra de Bombay, de Punjab, no la tierra rusa o la norteamericana; esta Tierra es nuestra, es suya y mía, y no se trata de un disparate sentimental, se trata de un hecho. Pero, desafortunadamente, la hemos dividido a causa de nuestra mezquindad, de nuestro provincialismo. Y sabemos bien por qué lo hemos hecho, por nuestra seguridad, para obtener más y mejores empleos. Ese es el juego político que practican en todo el mundo, y así es como nos olvidamos de ser seres humanos, de vivir dichosamente en esta Tierra que es nuestra, y de hacer algo por ella.

   … El hombre busca principalmente el confort, persigue el placer y desea la diversión. Tal vez sea ese el motivo de su falta de seriedad. Pero si mira usted a su alrededor, ¿quién es verdaderamente serio? ¿Son serios los líderes locales? ¿Son serios los ricos? Y por otro lado, ¿son serios los pobres? ¿Cuánta gente es realmente seria en esta vida? Incluso si alguien como yo llega y dice: “consideren a la vida con toda seriedad”, dirán: “qué gran verdad, qué bien ha hablado”, y seguirán con su vida exactamente igual que antes. Eso es todo. Reverencian al hombre y luego vuelven a sus rutinas, a sus modos de siempre. Hay alguien que diga: “no tengo por qué estar de acuerdo con él, pero voy a averiguar por mí mismo si lo que dice es cierto”. ¿Cuánta gente hay que tenga ese tipo de energía? El Buda habló durante cuarenta años. De todos los que lo oyeron, se dice que tan solo dos lo llegaron a comprender. Y ambos murieron antes que Buda. Fíjese qué trágico.

   … Uno lee un libro y se forma una idea a la que se aferra. Ustedes tienen que ver cómo surgen las ideas y cómo se convierten en medios de consuelo y seguridad interior, en algo a lo cual la mente se aferra. ¿Alguna vez han pensado acerca de esta cuestión de las ideas? Si uno de ustedes tiene una idea y yo tengo una idea, y cada uno de nosotros piensa que su idea es mejor que la del otro, luchamos por ellas, ¿no es así? Yo trato de convencerle a él y él trata de convencerme a mí. Todo el mundo está edificado sobre las ideas y el conflicto entre ellas, y si lo investigan encontrarán que el mero obstinarse en una idea no tiene sentido. ¿Pero han notado cómo sus padres, sus madres, sus maestros, sus tíos y tías se aferran todos fuertemente a lo que piensan?

   … Realizamos grandes esfuerzos espirituales y físicos en todos los órdenes de la vida. Nuestra existencia, positiva o negativamente, es un proceso de constante esfuerzo, ya sea por llegar a ser algo o por evitar algo. Toda nuestra estructura social, así como nuestra existencia religiosa y filosófica se basa, ¿no es así?, en el afán de lograr o de evitar un resultado.

     La mayoría de nosotros vive en un mundo de mitos, símbolos, engaños, el cual nos resulta mucho más importante que el mundo de la realidad; a causa de que no comprendemos el mundo del vivir cotidiano con toda su desdicha y su lucha, tratamos de escapar de él creando un mundo de artificio, un mundo de dioses, símbolos, ideas e imágenes; y donde existe este escapar de lo real hacia lo ilusorio siempre hay contradicción, dolor; si queremos estar libres del dolor, debemos comprender, por cierto, el mundo de artificio hacia el cual estamos escapando constantemente; el hindú, el musulmán, el budista, el cristiano; todos tienen sus mundos de artificio hechos de símbolos e imágenes, y en esos mundos se hallan atrapados; para ellos, el símbolo tiene mayor significación y es mucho más importante que el vivir; está incrustado en el inconsciente, y juega un papel inmenso en la vida de todos aquellos que pertenecen a una u otra de las diversas culturas, civilizaciones o religiones organizadas. Por lo tanto, si queremos estar libres del dolor, pienso que es importante, antes que nada, comprender el mundo de artificio en que vivimos.

   … Aprender, entonces, no es meramente un proceso de recoger información, sino un descubrimiento de las extraordinarias riquezas que yacen más allá de la esperanza de la mente; y para la mente que realiza este descubrimiento, hay dicha. Obsérvate y verás cómo luchas de la mañana a la noche y cómo tu energía se desperdicia en esta lucha. Si meramente explicas por qué luchas, te pierdes en explicaciones y la lucha continúa; mientras que, si observas tu mente muy tranquilamente, sin dar explicaciones, si simplemente dejas que la mente se dé cuenta de su propia lucha, pronto descubrirás que sobreviene un estado en el que no hay lucha en absoluto, un asombroso estado de observación. En ese estado de percepción alerta no hay sensación alguna de superioridad e inferioridad, no hay gran hombre ni pequeño, no hay gurú. Todos esos absurdos desaparecen, porque la mente está plenamente despierta, y la mente que está plenamente despierta es dichosa.”

    J. Krishnamurti

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