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LA VERDAD NO ESTÁ MUY LEJOS, NO HAY SENDERO QUE LLEVE A ELLA

 

   “… Se nos ha dicho que todos los caminos llevan a la verdad; usted tiene su camino como hindú, otro su sendero como cristiano, otro como musulmán y todos se encuentran en la misma puerta, lo cual es, cuando bien se mira, evidentemente absurdo. La Verdad no tiene sendero, y eso es la belleza de la Verdad que es vivencia. Una cosa muerta tiene un sendero porque es algo estático, pero cuando usted ve que la verdad es algo viviente, que se mueve, que no tiene lugar de descanso, que no está en templo alguno, en la mezquita o en la iglesia adonde ninguna religión, sacerdote o filósofo, nadie nos puede llevar, entonces se verá también que esa cosa viviente es lo que usted realmente es: su cólera, su brutalidad, su violencia, su desesperación, la agonía y el dolor en que vive. En la comprensión de todo eso está la verdad, y usted puede comprenderla sólo si sabe mirar esas cosas en su vida. Y usted no puede mirarlas a través de una ideología o de una pantalla de palabras, a través de esperanzas y temores.

   Así usted ve que no puede depender de nadie. No hay guía, ni maestro, ni autoridad. Hay solamente usted, sus relaciones con otros y con el mundo, no hay nada más. Cuando usted se da cuenta de esto, o bien siente una gran desesperación de la cual viene el cinismo y la amargura, o bien al enfrentarse al hecho de que usted y nadie más es responsable del mundo y de usted mismo, por lo que piensa, por lo que siente, por su modo de actuar, toda lástima de sí mismo desaparece. Normalmente arrojamos la culpa sobre los otros, lo cual es una forma de autocompasión.

   … La búsqueda de la verdad es un asunto tan falso, como si buscándola o preguntando a otros por el camino que conduce a ella, o leyendo acerca de la verdad en los libros, intentando tal o cual sistema, uno pudiera encontrarla. Encontrarla como si fuera algo que está ahí fijo, inmóvil, y que todo cuanto se necesita es reconocerla, agarrarla y decir que uno la ha encontrado. La verdad no está muy lejos, no hay sendero que lleve a ella. No es algo que uno pueda capturar, retener, atesorar y transferir a otro. La búsqueda implica un buscador y en eso hay división, la eterna fragmentación que el hombre ha producido dentro de sí mismo y en todas sus actividades. No es que el buscar deba llegar a su fin, más bien tiene que comenzar el aprender.

   Aprender es mucho más importante que encontrar. Para encontrar uno tiene que haber perdido. Perder y reconocer es la norma de la búsqueda. Uno no puede experimentar la verdad. Ella no ofrece la satisfacción del logro, no le da a uno absolutamente nada. La verdad no puede ser comprendida si el «yo» aún está activo.

   No hay quien pueda enseñarnos acerca de la verdad, así que no es necesario seguir a nadie. Todo cuanto uno puede hacer es comprender, mediante una cuidadosa observación, el intrincado movimiento del pensar, ver cómo el pensamiento se divide a sí mismo, cómo crea sus propios opuestos y, en consecuencia, engendra contradicción y conflicto. El pensamiento es muy inquieto y en su inquietud se atará a cualquier cosa que él crea que es esencial, permanente, completamente satisfactoria, y la verdad se convierte así en su final atadura de satisfacción. Uno jamás puede invitar a la verdad por ningún medio. Ella no es un fin, pero la verdad está ahí cuando la observación visual es muy clara y existe la percepción del comprender. El comprender sólo puede tener lugar cuando hay libertad completa con respecto a la totalidad del propio condicionamiento. Es este condicionamiento lo que perjudica. Por lo tanto, no es preciso preocuparse acerca de la verdad, sino más bien dejar que la mente se dé cuenta de su propia prisión. La libertad no está dentro de la prisión. La belleza del vacío es libertad.

   … Vivir solo requiere gran inteligencia; es arduo vivir solo y, no obstante, ser flexible. Vivir solo, sin los muros de las gratificaciones que nos encierran en nosotros mismos, requiere un estado de alerta extremo; porque una vida solitaria fomenta la pereza, los hábitos que nos confortan y son difíciles de romper. Vivir solo alienta el aislamiento, y únicamente los sabios pueden vivir solos sin causarse daño a sí mismos y a los demás. La sabiduría está sola, pero un camino solitario no conduce a la sabiduría.

   El aislamiento es muerte, y la sabiduría no se encuentra en el retiro. No hay sendero que conduzca a la sabiduría, porque todos los senderos son separativos, exclusivos. Por su propia naturaleza, los senderos sólo pueden conducir al aislamiento, aunque estos aislamientos sean llamados unidad, el todo, el uno, etc. Un sendero es un proceso exclusivo; el medio es exclusivo y el fin es como el medio. El medio no está separado de la meta, de lo que debería ser. La sabiduría llega con la comprensión de nuestra relación con el campo, con el transeúnte, con el pensamiento fugaz. Retirarse, aislarse con el fin de descubrir, es poner fin al descubrimiento. La relación lleva a una soledad que no es la soledad del aislamiento.

   Tiene que haber una soledad así, no de la mente encerrada en sí misma, sino de libertad. Lo completo es solo, único; lo incompleto busca el camino del aislamiento.

   … Paréceme pues, que lo que hace falta es seriedad, no la seriedad que resulta simplemente de seguir determinada tendencia, determinado sendero, sino esa seriedad que es esencial para la comprensión de nosotros mismos. Para entendernos a nosotros mismos no es necesario ningún sistema ni idea en particular. Uno es sincero tan sólo con respecto a una cosa, a una idea determinada, a tal o cual creencia, pero esa sinceridad no puede ayudarnos, ya que podemos ser sinceros y sin embargo estar confusos, ser tontos e ignorantes. La sinceridad es un estorbo cuando ella sólo consiste en copiar, en tratar de seguir un ideal determinado; pero la seriedad es algo enteramente diverso. Ser serio, decidido, es esencial, no para buscar cosa alguna, sino para la comprensión del proceso de nosotros mismos. En el entendimiento del proceso de nosotros mismos no se necesita ninguna creencia, ninguna doctrina, ninguna filosofía. Por el contrario, si tenemos una filosofía, una doctrina, ella se convertirá en impedimento para nuestra propia comprensión.”

    J. Krishnamurti

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