“… Estamos trabajando juntos para descubrir
cómo vivir en paz. El que habla no va a decirles a ustedes lo que deben hacer o
pensar; él no tiene ninguna autoridad ni "filosofía". Nos encontramos
con la dificultad de que nuestro cerebro se rige por los viejos hábitos, como
un gramófono que toca la misma melodía una y otra vez. Mientras continúe ese
sonido, ese hábito, no seremos capaces de escuchar nada nuevo. El cerebro ha
sido condicionado para pensar de una determinada manera, para reaccionar de
acuerdo con nuestra cultura, tradición y educación. Cuando ese mismo cerebro
trata de escuchar algo nuevo, no es capaz de hacerlo. Ahí es donde radica
nuestra dificultad. Una charla grabada en una cinta puede borrarse y grabarse
de nuevo; desgraciadamente, la grabación en la cinta del cerebro ha permanecido
registrada por tanto tiempo que es muy difícil borrarla y empezar de cero.
Repetimos el mismo patrón, las mismas ideas y hábitos físicos una y otra vez,
de modo que nunca podemos captar nada nuevo. Les aseguro que es posible
desechar la vieja grabación, el viejo modo de pensar, de sentir, de reaccionar,
y los innumerables hábitos que uno tiene. Podemos hacerlo si realmente
prestamos atención. Si lo que estamos escuchando es para nosotros
extremadamente serio, tremendamente importante, entonces, por fuerza hemos de
escuchar de tal manera que el mismo acto de escuchar va a borrar lo viejo.
Inténtenlo, o mejor, háganlo. Ustedes están profundamente interesados, de lo
contrario no estarían aquí. Escuchen con plena atención, de modo que el mismo
acto de escuchar borre totalmente los viejos recuerdos, los viejos hábitos y
toda la tradición acumulada.
… ¿Es posible acelerar el proceso de no
registro, que no depende de edad, circunstancias, entorno, pobreza, riqueza o
cultura? ¿Se puede ver, tener una repentina comprensión profunda (insight)
de la cuestión total del registro y ponerle fin psicológicamente?
… Para
un hombre que vive de manera plena, completa; para un hombre verdaderamente
culto las creencias son innecesarias. Él es creativo. Es auténticamente
creativo y esa creatividad no es el resultado de una reacción a alguna
creencia. El hombre culto de verdad es inteligente. En él no hay separación
alguna entre su pensamiento y su emoción; por lo tanto, sus acciones son
completas, armoniosas. La verdadera cultura no es nacionalista ni pertenece a
grupo alguno. Cuando comprendan esto, existirá el verdadero espíritu de
hermandad; nadie pensará en términos de catolicismo romano o de protestantismo,
en términos de hinduismo o de teosofía. Pero ustedes están tan conscientes de
sus posesiones y de su lucha por adquirir más y más, que dan origen a las
discriminaciones, y de estas surgen el explotador y el explotado.
… No es posible que pueda usted divorciarse
del mundo, usted es el mundo. Si vive en algún país cristiano, está
condicionado por la cultura, la religión, la educación, la industrialización,
por todos los conflictos de sus guerras. No es posible que pueda separarse de
ese mundo. Los monjes han tratado de retirarse del mundo, encerrándose en un
monasterio y, sin embargo, ellos son el resultado del mundo en que viven;
quieren escapar de esa cultura retirándose de la misma, dedicándose a lo que
ellos consideran la verdad, el ideal de Jesús, etc.
… Ustedes pasan por la escuela, el colegio,
aprenden una técnica para ganarse la vida; y durante los siguientes cuarenta o
cincuenta años gastan su vida, su tiempo, su energía, su pensamiento en ese
pequeño campo especializado. Y existe el campo inmenso de la mente. A menos que
produzcamos un cambio radical en esta fragmentación, no puede haber revolución
alguna; habrá modificaciones económicas, sociales, y las llamadas culturales,
pero el hombre continuará sufriendo, seguirá en conflicto, en guerra, en desdicha,
dolor y desesperación.
La correcta base para descubrir si existe
una realidad detrás de las creencias que la propaganda ha impuesto sobre la
mente de cada uno, solo se produce por el autoconocerse. El propio hecho de
conocer acerca de uno mismo es meditación. Saber sobre sí mismo no es saber lo
que uno debería ser; eso no tiene validez ni realidad, es simplemente una idea,
un ideal. Pero comprender lo que es, el hecho efectivo de lo que uno es, de
instante en instante, eso requiere que la mente se libere del condicionamiento.
Entiendo por ‘condicionamiento’ todas las imposiciones que ha hecho sobre
nosotros la sociedad, la religión a través de la propaganda, de la insistencia,
de la creencia, del miedo, del cielo y el infierno. Incluye el condicionamiento
de la nacionalidad, del clima, de la costumbre, de la tradición, de la cultura
como francés, hindú o ruso, y las innumerables creencias, supersticiones,
experiencias, que forman todo el trasfondo en que vive la conciencia y que se
ha establecido por el propio deseo de estar seguro. Y la investigación de ese
trasfondo y su destrucción es lo que constituye la colocación de la correcta
base para la meditación.
… Psicológicamente no estamos separados de la sociedad. Nuestras reacciones, nuestros pensamientos, son el resultado de nuestro condicionamiento, que es determinado por la estructura psicológica de la sociedad. Aunque nos educamos en escuelas y colegios, y adquirimos cierta cantidad de conocimiento técnico en diversos campos para tener un buen pasar, la mayoría de nosotros quedamos a merced de la sociedad. Esta moldea nuestro carácter. Nuestras ideas religiosas están condicionadas por la sociedad, por la cultura en que hemos nacido. La influencia de la sociedad moldea todo nuestro ser. Somos católicos, protestantes, judíos, hindúes, esto o aquello, con una correspondiente serie de dogmas, creencias y supersticiones. Dentro de ese molde, cultivamos lo que llamamos nuestros propios valores, pero en esto también somos influidos consciente o inconscientemente por muchas cosas, por el alimento que tomamos, por el clima en que vivimos, por las ropas que usamos, los diarios, revistas y libros que leemos, por la radio y la televisión. Sin comprender todas estas influencias, que son bien inmediatas, penetrantes y constantes, sin darse cuenta cabal de la influencia de instante en instante, la virtud pierde su significado. Cuando no hay comprensión de la influencia, seguimos simplemente una norma que ha llegado a ser respetable, y la respetabilidad no es virtud.”
J. Krishnamurti
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