El diálogo no es una discusión, palabra que comparte su raíz etimológica con ‘percusión’ y ‘contusión’, las cuales implican la ruptura de cosas, ni tampoco es un debate. Estas formas de conversación contienen una tendencia implícita a apuntar hacia una meta, tal como someter un acuerdo a negociación, tratar de resolver un problema o asegurarse de que la opinión propia prevalezca. Aunque la palabra ‘diálogo’ ha sido empleada a menudo de forma similar, su significado etimológico más profundo implica que básicamente su interés no reside en nada de esto.
El diálogo no es un nombre nuevo para terapias de grupo o talleres de sensibilidad, aunque muy bien pudiera tener consecuencias de carácter psicoterapéutico. No trata de concentrarse en la eliminación de los bloqueos emocionales de ninguno de los participantes ni enseñar, formar o analizar, aunque es un ámbito en el que el aprendizaje y la disolución de bloqueos pueden suceder y a menudo suceden. Ni tampoco es una técnica para la solución de problemas o la resolución de conflictos. Los problemas pueden no obstante ser resueltos en el transcurso del diálogo o acaso posteriormente como resultado de la mayor comprensión y amistad que se dan entre los participantes. El diálogo puede parecerse a otras formas de actividad grupal y puede a veces incluir aspectos de las mismas, pero en realidad es algo nuevo en nuestra cultura, algo que, nos atrevemos a sugerir, es de vital importancia para su futura salud.
David Bohm, Donald Factor, Peter Garrett
Una propuesta de diálogo