Empleamos la palabra ‘pensamiento’ para referirnos no sólo a lo que produce nuestro intelecto consciente sino también a nuestros sentimientos, emociones, intenciones y deseos. Incluye resultados sutiles y condicionados del aprendizaje, tales como los que nos permiten entrelazar una serie de escenas diferentes en una película o interpretar los símbolos en las señales de tráfico. Y comprende esos procesos tácitos y no verbales empleados en el desarrollo de habilidades como caminar o montar en bicicleta. Esencialmente el pensamiento es la respuesta activa de la memoria en todas las fases de la vida. Y en este sentido de la palabra prácticamente todo nuestro conocimiento es producido, desplegado, comunicado, transformado y aplicado en el pensamiento.
Incluso se puede ver, prestándole un poco más de atención, que lo que se llama pensamiento racional consiste principalmente de respuestas condicionadas por pensamientos anteriores. Dichas respuestas se basan en supuestos inapercibidos que el contenido del pensamiento ofrece como una descripción objetiva de cómo son las cosas. Es decir que suponemos que es una percepción directa de la realidad tal cual es en vez de una amalgama de conceptos, recuerdos y reflejos con el colorido añadido por las necesidades, los temores y los deseos personales, todo lo cual está circunscrito y distorsionado por las limitaciones de nuestro idioma, historia y cultura. El proceso del pensamiento trata de justificar y defender sus propias actividades mediante la racionalización y de esta manera generalmente consigue mantener dichas actividades ocultas a nuestro escrutinio consciente.
David Bohm, Donald Factor, Peter Garrett
Una propuesta de diálogo