Normalmente la gente se reúne o bien para realizar una tarea o para entretenerse, siendo ambas cosas lo que se podría calificar como propósitos predeterminados. Pero por su propia naturaleza el diálogo no es compatible con ningún propósito semejante más allá del profundo interés de sus participantes en la explicitación y revelación de sus significados colectivos. Estos pueden a menudo resultar entretenidos o esclarecedores, y a veces conducirán a nuevas percepciones o tratarán problemas de actualidad. Pero, sorprendentemente, en sus fases iniciales la experiencia del diálogo suele conducir a la frustración.
Un grupo de personas invitadas a dedicarle seriamente su tiempo y atención a una tarea que aparentemente carece de toda meta y que no está siendo encaminada en ninguna dirección discernible, puede encontrarse rápidamente experimentando un alto grado de ansiedad o de irritación. Esto puede conducir al deseo por parte de algunos o bien de dividir el grupo o de tratar de asumir el control e imprimirle una dirección. De este modo se revelarán propósitos que no habían sido reconocidos con anterioridad. Se expresarán emociones fuertes, junto con los pensamientos que las subyacen. Puede que se adopten posturas fijas y que acabe en una polarización. Todo esto forma parte del proceso. Es lo que sostiene el diálogo y sigue expandiéndolo constante y creativamente en nuevos territorios.
En un grupo de entre veinte y cuarenta personas se pueden contener situaciones extremas de conflicto, frustración, enfado y otras dificultades. Entonces esto mismo se convierte en el foco central de la exploración en lo que podría transformarse en un ‘meta-diálogo’ destinado a esclarecer el proceso del propio diálogo. Conforme aumentan la sensibilidad y la experiencia, surge una percepción de significado compartido en la que las personas descubren que ni se están resistiendo unas a otras ni tampoco están interactuando. Una mayor confianza entre los miembros del grupo y en el propio proceso conduce a la expresión del tipo de pensamientos y sentimientos que normalmente se dejan sin articular. No hay ningún consenso impuesto ni hay ningún intento de evitar el conflicto. Ningún individuo o subgrupo es capaz de hacerse con el mando porque todo tema, incluida la dominación y la sumisión, está siempre abierto para ser abordado.
En este proceso los individuos descubren que están participando en un conjunto de significados compartidos que está en continua transformación y desarrollo. Surge un contenido compartido de la conciencia que permite un nivel de creatividad y comprensión que no está generalmente al alcance de los individuos o los grupos que interactúan de formas más acostumbradas. Esto revela un aspecto del diálogo que Patrick de Maré ha denominado ‘koinonía’, un término que significa ‘hermandad o amistad impersonal’, que en sus orígenes fue empleado para denominar la forma arcaica de la democracia ateniense en la que los hombres libres de la ciudad se reunían para gobernarse. La misma palabra fue empleada más tarde en Los actos de los Apóstoles para describir la comunión entre los miembros de las comunidades cristianas primitivas.
Conforme se va experimentando con el diálogo, esta amistad o comunión empieza a cobrar preferencia sobre el contenido más explícito de la conversación. Esta es una fase importante del diálogo, un momento de mayor coherencia en el que el grupo puede trascender sus bloqueos o limitaciones y adentrarse en un territorio nuevo. Pero también es en este punto en el que el grupo tiende a relajarse y a disfrutar de la euforia que acompaña a esa experiencia. Algunos participantes querrán mantener el grupo unido con el fin de conservar la sensación placentera de seguridad y de pertenencia que acompaña a este estado. Esto es similar a esa sensación de comunidad que se alcanza a menudo en grupos de terapia o en talleres de formación de equipo, en los que está considerada como la prueba del éxito del método empleado. Sin embargo, más allá de ese punto se encuentran ámbitos de creatividad, armonía e inteligencia todavía más significativos y sutiles a los que sólo se puede acceder persistiendo en el proceso de investigación y corriendo el riesgo de adentrarse de nuevo en áreas de incertidumbre potencialmente caótica o frustrante.
David Bohm, Donald Factor, Peter Garrett
Una propuesta de diálogo